Robert F. Kennedy Jr. no es un desconocido para FactCheck.org. Es un destacado activista antivacunas que ha estado en nuestro radar durante años, principalmente en su calidad de fundador de Children’s Health Defense, una organización sin fines de lucro que difunde información incorrecta en contra de las vacunas.
Hemos escrito numerosos artículos sobre sus afirmaciones y sobre afirmaciones que aparecen en las publicaciones de la página web de su organización. En 2021, el Center for Countering Digital Hate nombró a Kennedy y a su organización como parte de la “Docena de la Desinformación”, o los 12 mayores difusores de información incorrecta sobre las vacunas contra el COVID-19 en línea.
En abril, Kennedy (hijo del exfiscal general y candidato a la presidencia del mismo nombre, y sobrino del presidente John F. Kennedy, ambos asesinados en la década de los sesenta) entró oficialmente a la política por primera vez, al anunciar su candidatura a la presidencia representando al partido demócrata, desafiando al presidente Joe Biden. No tiene casi ninguna posibilidad de lograr una nominación, pero, desde entonces, ha recibido más atención de los medios, lo que le ha permitido difundir afirmaciones falsas y engañosas sobre temas de salud.
Muchas de estas son sobre las vacunas. Kennedy, que también es abogado y activista medioambiental, ha estado en contra de las vacunas desde al menos el 2005, cuando publicó un artículo lleno de errores en Rolling Stone y Salon que promovía la falsa noción de que ciertos ingredientes de las vacunas causan autismo. Ambas revistas luego retractaron o retiraron el artículo.
En muchos sentidos, Kennedy no ha avanzado. Hasta el día de hoy se refiere a las cosas que escribió en ese artículo para reforzar sus argumentos falsos sobre las vacunas, a pesar de que estaba equivocado entonces y de casi dos décadas de investigación adicional que continúan demostrándolo. Kennedy insiste que no es “antivacunas”, pero muchos de sus desmentidos argumentos salen directamente del guion antivacunas, que él y su organización han ayudado a redactar.
Kennedy también jugó un papel en uno de los peores brotes de sarampión de los últimos tiempos. En 2018, dos bebés en Samoa Americana murieron cuando enfermeras prepararon accidentalmente la vacuna triple vírica (MMR, por sus siglas en inglés) utilizando un relajante muscular vencido en vez de agua. El gobierno de Samoa suspendió temporalmente el programa de vacunación y los activistas antivacunas, Kennedy y su organización incluidos, inundaron la zona con información errónea. La tasa de vacunación cayó a un nivel peligrosamente bajo. Al año siguiente, cuando un viajero llevó el sarampión a las islas, la enfermedad causó estragos en la población, enfermando a más de 5.700 personas y quitándole la vida a 83, la mayoría de ellos niños pequeños.
Pero las opiniones poco ortodoxas de Kennedy no se limitan a las vacunas. También ha sugerido que algunos antidepresivos son responsables del aumento de tiroteos en escuelas y que un herbicida en particular podría ser parte de por qué más personas jóvenes se identifican como transgénero, pero ninguna de esas afirmaciones están respaldadas por la ciencia. Y también ha dicho que la radiación wifi y 5G son peligrosas y causan cáncer, a pesar de que no hay buenas pruebas de que sea así.
Kennedy también promueve teorías conspirativas. Cree que la CIA estuvo involucrada en el asesinato de su tío, y probablemente el de su padre. Ha afirmado que la elección presidencial de 2004 fue robada (no lo fue). Ha escrito un libro que afirma que el Dr. Anthony Fauci, el exdirector del Instituto Nacional de Alergias y Enfermedades Infecciosas, fue parte de un “golpe de Estado histórico contra la democracia occidental”. Y ha cuestionado repetidamente que el VIH sea la verdadera y única causa del sida (inequívocamente lo es).
El trasfondo de muchas de las afirmaciones basadas en la ciencia de Kennedy es que él está en una posición única para entender la ciencia, mientras que los científicos reales no lo están. “No le creo necesariamente a todos los científicos porque yo puedo leer la ciencia por mí mismo”, dijo al New Yorker en julio, inmediatamente después de tergiversar la ciencia sobre las vacunas contra el COVID-19. “Así es como me gano la vida. Leo ciencia críticamente”.
Pero una y otra vez, la revisión de las pruebas científicas contradice los puntos de vista de Kennedy. Tergiversa las conclusiones principales de los estudios y se equivoca en otros detalles. Convenientemente, ignora la literatura científica (generalmente vasta y de alta calidad) que contradice sus creencias. Engaña sobre la legalidad de las vacunas y no entiende programas gubernamentales clave, viéndolos constantemente a través de un lente de conspiración y corrupción.
Nuestro equipo de ciencias ha revisado sus entrevistas recientes para identificar y corregir algunas de sus afirmaciones más comunes sobre asuntos de salud en una serie de tres partes. Nos enfocamos en algunas de sus afirmaciones más verosímiles porque son las que tienen más posibilidades de influenciar negativamente a las personas.
En este primer artículo, abordamos varios de sus argumentos clave sobre las vacunas en general. En un segundo artículo, profundizaremos en algunos de sus principales argumentos sobre las vacunas y el autismo. Aunque estos han sido desmentidos por años, las afirmaciones podrían ser convincentes para alguien que solo escuché a Kennedy, como muchos lo harán en sus entrevistas en podcasts. En un tercer y último artículo, abordaremos sus variadas afirmaciones sobre la pandemia del COVID-19, muchas de las cuales ya hemos escrito antes y pueden ya ser conocidas para nuestros lectores.
Contactamos a su campaña con una lista de preguntas sobre sus afirmaciones, pero no hemos recibido una respuesta.
Afirmación falsa sobre las pruebas de las vacunas
Una de las afirmaciones falsas más comunes y perniciosas de Kennedy es que la seguridad de las vacunas no fue probada en ensayos clínicos.
“Las vacunas son el único producto médico cuya seguridad no se prueba antes de conceder la licencia”, dijo Kennedy en una entrevista en “Fox & Friends” el 15 de julio.
“Deberíamos tener el mismo tipo de pruebas, ensayos controlados con placebo, que tenemos para cualquier otro medicamento”, le dijo también a Jesse Watters de Fox News el 10 de julio. “Las vacunas están exentas de ensayos controlados con placebo antes de su aprobación”.
“Ninguna de las vacunas han sido sujetas a verdaderos ensayos controlados con placebo”, dijo Kennedy en un episodio del podcast “Joe Rogan Experience” el 15 de junio. “Es el único producto médico que está exento de eso antes de obtener la licencia”.
La frase de Kennedy es una falsedad que ha estado usando desde al menos el 2’17, cuando dijo más o menos lo mismo en una entrevista de preguntas y respuestas con STAT.
Todas las vacunas se someten a pruebas de seguridad antes de una autorización o aprobación. Afirmar que las vacunas no se someten a pruebas de seguridad es abiertamente falso.
A medida que uno comienza a tratar de entender qué es lo que Kennedy podría querer decir con esto, queda claro que Kennedy piensa que el único ensayo apropiado es un ensayo controlado con placebo, y que el único placebo legítimo es agua o la solución salina. Esto es científicamente ingenuo y refleja una falta de comprensión sobre el propósito de un placebo en un ensayo.
Primero, a lo largo de los años, muchas vacunas han sido de hecho probadas en ensayos aleatorizados controlados con placebo. Estos ensayos se consideran el estándar de oro en la medicina. Dado que los participantes son asignados aleatoriamente a recibir una vacuna o un placebo (que puede, pero no tiene que ser, una solución salina) los resultados están menos sujetos a sesgos, y las diferencias entre los grupos se pueden atribuir a la vacuna. Idealmente, los ensayos también son doble ciego, es decir, que ni los voluntarios ni las personas que realizan el estudio sabe quién está en cada grupo, lo que reduce aún más la posibilidad de sesgo.
La primera vacuna contra la polio, desarrollada por Jonas Salk, fue famosamente probada en un ensayo controlado con placebo masivo con más de 600.000 niños (más de un millón de otros niños participaron en una parte del ensayo no controlada con placebo). Las vacunas contra el COVID-19 y las recientemente aprobadas vacunas contra el VSR para personas mayores son ejemplos recientes de vacunas que se probaron en ensayos controlados con placebo.
Pero los ensayos controlados con placebo no son la única manera legítima de probar las vacunas. De hecho, hay situaciones que científica y éticamente requieren de otros métodos, y esto no significa que la seguridad de esas vacunas no se haya probado, como nosotros y otros han explicado.
En determinadas circunstancias, tales como el lanzamiento de una nueva versión de una vacuna existente, no sería ni ético ni provechoso probar el producto nuevo contra un placebo. Es mejor probar la vacuna nueva contra lo que las personas han estado usando antes.
Dado que la mayoría de las vacunas actuales no son la primera versión de una vacuna, o son parte de una combinación de vacunas, la mayoría de ellas no han sido probadas en ensayos controladas con placebo. Esto incluye las últimas vacunas contra la difteria, el tétanos y la tosferina, o DTap, y la última vacuna antineumocócica.
Otra razón para no administrar un placebo salino es para asegurarse que los receptores de la vacuna en un ensayo están cegados y no sepan si recibieron la vacuna o un control, lo que podría sesgar los resultados. Esto a veces significa utilizar otra vacuna como control o un placebo que incluya todo en una vacuna, excepto la parte que iniciaría la respuesta inmunitaria, como explica el Hospital de Niños de Filadelfia.
La Administración de Alimentos y Medicamentos de EE. UU., que evalúa y aprueba las vacunas, nos dijo en un correo electrónico que los estudios de vacunas suelen incluir un grupo de control, que puede incluir “una vacuna aprobada por la FDA (control activo), un placebo u otra sustancia”. (Para más información, vea nuestro cuadro “Proceso de aprobación de vacunas de la FDA”).
“No se requiere de un control con placebo, como una solución salina, para determinar la seguridad (o efectividad) de una vacuna. En algunos casos, la inclusión de grupos de control con placebo se considera poco ética”, dijo la agencia. “En los casos donde se usa un control activo, suele conocerse el perfil de eventos adversos de ese grupo de control y los hallazgos del estudio se revisan en el contexto de ese conocimiento”.
Kennedy también se equivoca al insinuar que las vacunas son diferentes de otros medicamentos porque los fármacos siempre se prueban con ensayos controlados con placebo. De forma similar a cuando existe una vacuna, es común probar medicamentos contra otro tratamiento que es el estándar de atención, en vez de una píldora de azúcar.
Y al contrario de la sugerencia de Kennedy de que la seguridad de los fármacos se examina más de cerca que las vacunas, lo cierto es lo contrario. “Generalmente, se espera un mayor nivel de seguridad de las vacunas que de otras intervenciones médicas porque, a diferencia de la mayoría de los productos farmacéuticos que son administrados a personas enfermas con fines terapéuticos, las vacunas por lo general se administran a personas sanas para prevenir enfermedades”, según se explica en el Pink Book, o libro rosa, de los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades, una guía sobre vacunas y enfermedades prevenibles mediante la vacunación.
“Una menor tolerancia al riesgo asociado a las vacunas requiere una estrecha vigilancia y una evaluación oportuna de los acontecimientos adversos de las vacunas para ayudar a distinguir entre verdaderas reacciones adversas a las vacunas y eventos casuales y no relacionados y para ayudar a mantener la confianza del público en la vacunación”, dice el libro.
De hecho, se podría argumentar que las vacunas están sujetas a un seguimiento poscomercialización mucho más intenso que los medicamentos. Tal seguimiento es importante porque ni siquiera el ensayo más extenso puede excluir efectos secundarios graves muy poco comunes. La FDA y los CDC utilizan varios sistemas para esto, incluyendo el Sistema de Notificación de Reacciones Adversas a las Vacunas (VAERS, por sus siglas en inglés), pero también el Vaccine Safety Datalink, o VSD, la cual analiza datos electrónicos de salud de centros médicos de todo el país en tiempo casi real para detectar posibles efectos secundarios de las vacunas.
“Creo que estos sistemas, si se aplicaran a los medicamentos, detectarían algunos efectos secundarios de las drogas más rápidamente,” nos dijo el Dr. Paul Offit, experto en vacunas del Hospital de Niños de Filadelfia, en una entrevista para un artículo anterior. “Vioxx es un ejemplo … se habría descubierto mucho antes que ese medicamento era una causa poco frecuente de ataques al corazón”. Vioxx era un medicamento antiinflamatorio con receta que Merck retiró voluntariamente del mercado en 2004 luego de que estudios lo asociaran con infartos al corazón y accidentes cerebrovasculares.
Vacuna contra la hepatitis B
En numerosas entrevistas, Kennedy hace afirmaciones engañosas sobre la vacuna contra la hepatitis B, sugiriendo falsamente que la razón por la que se le da la vacuna a los bebés es para aumentar las ganancias económicas de los fabricantes de vacunas.
“Los principales vectores [de la hepatitis B] son la transmisión sexual o por agujas. ¿Por qué le daría eso a un bebé de un día de vida?”, preguntó Kennedy en una asamblea televisado por NewsNation a fines de junio. “La verdadera razón es el lucro”.
En su participación en el podcast de Rogan, Kennedy hizo el mismo argumento, diciendo que la gente se enferma de hepatitis B al compartir agujas, “yendo a una prostituta muy experimentada”, o participando en “algún tipo de comportamiento homosexual compulsivo”. Reconoció que los bebés pueden contraer la hepatitis B a través de sus madres, pero dijo que se le hacen pruebas a todas las mujeres embarazadas, “por lo que el bebé no necesitan esto”.
“¿Por qué se la daría a un bebé de un día de vida, sabe, o a un bebé de tres horas de vida, y luego cuatro veces más, cuando ese bebé no va a ser sujeto a eso por 16 años?”, preguntó, indicando erróneamente el número de dosis de la vacuna (son tres durante la infancia).
Kennedy sugirió entonces que los CDC recomendaban la vacuna para niños para asegurar ganancias para Merck, porque originalmente la vacuna solo se le administraba a grupos de alto riesgo que no estaban compraban suficientes vacunas.
Kennedy está distorsionando lo que ocurrió, y omitiendo el hecho de que la hepatitis B puede propagarse de formas que sí dejan a los bebés y niños pequeños susceptibles al virus.
Como explica el Hospital de Niños de Filadelfia, la vacuna contra la hepatitis B se autorizó por primera vez en 1981 y se recomendó para personas de alto riesgo, incluyendo ciertos adultos, pero también bebés nacidos de madres con hepatitis B, dado que la vacunación puede prevenir la transmisión de madre a hijo.
“Sin embargo, la vacunación de estos grupos no fue efectiva en detener la transmisión del virus de la hepatitis B. Esto se debe a que cerca de un tercio de los pacientes con enfermedad aguda no estaban en los grupos de riesgo identificados”, dice la página web del hospital. “El cambio en la recomendación para vacunar a todos los bebés en 1991 fue el resultado de todos estos intentos fallidos para controlar la hepatitis B solo vacunando a los grupos de alto riesgo. Después de esta recomendación, la hepatitis B fue practicante eliminada en niños menores de 18 años de edad en los Estados Unidos”.
Luego de inicialmente aconsejar que los bebés fueran vacunados “preferentemente” antes del alta del hospital, pero no después de los dos meses de edad, EE. UU. cambió sus directrices en 2018 para que los bebés fueran vacunados a 24 horas de nacer. Esto es ligeramente distinto a lo que ocurre en otros países, como el Reino Unido, que dan la primera dosis a las 8 semanas a menos que la madre tenga hepatitis B. Pero está en línea con lo que la Organización Mundial de la Salud recomienda. No hay una razón de seguridad para atrasar la dosis; la insinuación de Kennedy de que darle la vacuna a los bebés conlleva algún tipo de riesgo no está basada en ninguna prueba científica.
También, al contrario de las declaraciones de Kennedy, sí existen buenas razones para vacunar a los bebés de hepatitis B. Si bien la mayoría de los casos de hepatitis B en EE. UU. ocurren en adultos, la enfermedad viral es especialmente peligrosa en niños pequeños, porque una infección en los primeros años de vida tiene más probabilidades de llevar a una hepatitis B crónica, la cual puede causar cirrosis, cáncer de hígado o insuficiencia hepática.
Más del 90% de los bebés y cerca de la mitad de los niños de 1 a 5 que se infectan con el virus desarrollan una infección crónica, en comparación con menos del 5% de los niños mayores y adultos, según el Yellow Book, o libro amarillo, de los CDC que provee información de salud para viajeros internacionales. Un cuarto de los niños que con infección crónica morirán prematuramente de un problema al hígado. Por ello, proteger a los bebés y a los niños pequeños de hepatitis B tiene un gran impacto en la reducción de la carga de la enfermedad.
En cuanto a cómo les da hepatitis B a los niños pequeños, los bebés pueden contraer la enfermedad de sus madres al nacer, dado que el virus se transmite por la sangre. Los hospitales estadounidenses le hacen pruebas de hepatitis B a las personas embarazadas, pero como explican los CDC, puede haber errores o atrasos en las pruebas o en los resultados. Por lo que darle a todos los niños la vacuna al nacer “sirve como un resguardo” para reducir la trasmisión de madre a hijo. Estudios también demuestran que la vacunación al nacer aumenta las posibilidades de que el niño complete la serie de tres dosis de la vacuna.
Sin embargo, los niños también puede contraer hepatitis B más adelante, especialmente si viven con o son cuidados por alguien con la enfermedad. Muchas personas con hepatitis B pueden no tener síntomas y no saber que están infectadas. El virus de la hepatitis B es muy contagioso, por lo que cantidades diminutas de sangre pueden propagar el virus. El virus es además resistente y puede permanecer infeccioso en objetos por al menos una semana. Esto significa que los niños pueden contraer hepatitis B a través de paños, cepillos de dientes o cortaúñas compartidos, o a través de alimentos ya masticados que se dan a un bebé. La vacunación al nacer protege a los niños inmediatamente de cualquier exposición doméstica que puedan tener.
Argumento histórico distorsionado e ilógico sobre la vacunación
En numerosas ocasiones recientes, Kennedy ha puesto en duda las vacunas al decir que las condiciones sanitarias y la nutrición fueron más importantes que la vacunación en la reducción de los niveles de mortalidad en el siglo XX.
Esto puede ser cierto hasta cierto punto, pero no significa que la vacunación no sea importante.
“Hubo esta enorme reducción en las infecciones, en la mortalidad por enfermedades infecciosas, que sucedió en el siglo XX, una reducción del 80% en las muertes por enfermedades infecciosas. Y lo que causó eso no fueron las vacunas”, dijo Kennedy en su entrevista con Rogan, describiendo un estudio publicado en Pediatrics en 2000. “La verdadera reducción ocurrió en realidad por las soluciones brindadas por la ingeniería: refrigeradores, que permitían guardar alimentos … mejores viviendas, saneamiento, la invención del cloro, el tratamiento de las aguas residuales. Pero, principalmente, la nutrición. La alimentación es absolutamente crítica en la formación del sistema inmunitario. Y entonces lo que estaba realmente matando a esos niños era la desnutrición.”
El estudio al que Kennedy hace referencia menciona algo de esto, incluyendo que “cerca del 90% de la disminución de la mortalidad por enfermedades infecciosos entre los niños en EE. UU. ocurrió antes de 1940, cuando había pocos antibióticos y vacunas disponibles”. Pero no menciona la desnutrición en absoluto. Y el artículo sigue estando a favor de las vacunas.
De acuerdo al estudio, la gran caída en la mortalidad infantil en el primer tercio del siglo pasado fue posiblemente por “mejoras en las condiciones socioeconómicas” y cosas tales como el tratamiento del agua, seguridad alimentaria y la eliminación de residuos. Eso redujo drásticamente las enfermedades diarreicas. Las mejoras en las viviendas y el menor hacinamiento en las ciudades también redujeron enormemente el número de muertes por tuberculosis y otras enfermedades transmitidas por el aire.
La vacunación, dice el estudio, no pudo haber contribuido a la disminución de estas muertas durante este tiempo porque la mayoría de las vacunas aún no se habían implementado de forma generalizada.
“La vacuna contra la difteria, el tétanos y la tosferina estuvo disponible a fines de la década de los veinte, pero solo fue utilizada de forma generalizada y rutinariamente en prácticas pediátricas después de la Segunda Guerra Mundial. Por lo tanto, la vacunación no explica el impresionante declive en la mortalidad observado en la primera mitad del siglo”, dice el estudio.
Pero, el artículo continúa, las reducciones en las enfermedades prevenibles mediante la vacunación “son impresionantes”. A comienzos de la década de los veinte, la difteria representaba cerca de unos 170.000 casos anuales y la tosferina cerca de 150.000 casos; el sarampión representaba cerca de medio millón de casos anuales antes de la introducción de la vacuna en la década de los sesenta. Las muertes por estas enfermedades han sido prácticamente eliminadas, al igual que las muertes por Haemophilus influenzae, tétanos y poliomielitis”.
Kennedy también tiene la costumbre de citar un estudio sociológico de 1977, que señalaba que la tasa de mortalidad de muchas enfermedades infecciosas empezaron a disminuir mucho antes de la llegada de vacunas y de medicamentos efectivos. Los autores estimaron que solo un 3,5% del total de la reducción de mortalidad entre 1900 y 1973 se debe a intervenciones médicas de cualquier tipo.
Pero el hecho de que la gente pudiera disminuir la carga de la enfermedad gracias al acceso a agua limpia, cañerías en espacios interiores, y una mejor alimentación y vivienda no implica que las vacunas no fueran necesarias o útiles para reducir las enfermedades aún más. Pocas personas rechazarían hoy un antibiótico que salve sus vidas solo porque no fueron una fuerza dominante en reducir la tasa de mortalidad en EE. UU. en el siglo XX. Lo mismo debería ocurrir con las vacunas.
En respuesta a los activistas antivacunas que citan su trabajo, los autores del artículo de 1977 han dicho que consideran “que esto es una terrible y errónea interpretación de nuestra investigación”, agregando que “las vacunas efectivas claramente han tenido un rol importante en la continua contención de enfermedades luego de que su prevalencia ha sido reducida”.
Vale la pena mencionar que una gran cantidad de datos indican que las vacunas han prevenido muchas muertes, hospitalizaciones y enfermedades durante los años. Globalmente, se calcula que la vacunación contra el sarampión por sí sola ha salvado 56 millones de muertes entre 2000 y 2021.
Es ‘estudio de Lazarus’ y las supuestas ‘lesiones de las vacunas’
Kennedy frecuentemente se refiere a lo que llama el “estudio de Lazarus” como supuesta prueba de que la vacuna causa daños.
“Se notifican menos de 1 en 100 lesiones por vacunas porque es voluntario”, dijo en su entrevista con Rogan, refiriéndose a notificaciones al Sistema de Notificación de Reacciones Adversas a las Vacunas, o VAERS. “Pruebas de esto se pueden encontrar el estudio de Lazarus. Lazarus analizó ¿cuántas lesiones se producen realmente y cuántas se notifican? Y dijeron que se notifican menos de 1 de cada 100”.
Se refirió otra vez a ese trabajo en una entrevista con Bill Maher en el podcast “Club Random with Bill Maher”. “Lo que encontraron es que la verdadera tasa de lesiones era de cerca de, creo, 2,3%, es decir, 1 de cada 37 personas”, dijo Kennedy.
La organización sin fines de lucro de Kennedy, Children’s Health Defense, también cita frecuentemente el análisis, como ya escribimos. Pero varios aspectos de esas afirmaciones son incorrectos o engañosos.
Primero, el documento no es formalmente un estudio publicado; es un informe final de 2010 elaborado por investigadores de la compañía aseguradora de salud sin fines de lucro Harvard Pilgrim Health Care para un proyecto financiado por la Agency for Healthcare Research and Quality, una agencia gubernamental del Departamento de Salud y Servicios Humanos. (El nombre del investigador principal es Dr. Ross Lazarus).
Segundo, lo que Kennedy llama “lesiones por vacunas” son en realidad eventos adversos, es decir, problemas de salud que ocurren después de la vacunación, pero que no son necesariamente causados por una vacuna. Muchos de ellos se consideran coincidentes. Esto es el principal malentendido sobre VAERS. (Para más información, vea nuestro artículo “What VAERS Can and Can’t Do, and How Anti-Vaccination Groups Habitually Misuse Its Data”).
VAERS funciona recolectando informes de posibles efectos secundarios de las vacunas. Debido a que estos se notifican voluntariamente, la base de datos no incluye cada uno de los efectos secundarios que realmente ocurren. Los activistas antivacunas a menudo se quejan sobre este “subregistro”. Al mismo tiempo, no todos los acontecimientos informados fueron causados por las vacunas, por lo que también hay una “notificación excesiva”.
Este asunto es relevante para entender los resultados del informe de Harvard Pilgrim Health Care. Los científicos escribieron un programa computacional para analizar loas historiales médicos electrónicos, buscando determinadas recetas médicas, pruebas de laboratorio y códigos de diagnóstico que se produjeran a 30 días de la vacunación para identificar posibles efectos secundarios de las vacunas. El plan original entonces era utilizar este sistema automatizado para ayudar a los profesionales médicos a notificar informes a VAERS.
El grupo identificó, en datos calificados como “preliminares”, 35.570 posibles efectos secundarios tras 1,4 millones de dosis de vacunas, es decir, posibles efectos secundarios tras el 2,6% de las vacunaciones.
La palabra clave aquí es posible. Aunque Kennedy presenta estos acontecimientos como causados por las vacunas, ese no es necesariamente el caso. (Más tarde, en la entrevista con Rogan, Kennedy sí dice que podrían no ser causados por las vacunas, pero a esas alturas, ya los había llamado repetidamente “lesiones por vacunas”).
Y si bien el lenguaje utilizado por Kennedy podría sugerir que todas esas “lesiones” eran graves, ese tampoco es el caso. En otra parte del informe de Harvard Pilgrim Health Care, los autores declaran que “menos de 1% de los acontecimientos adversos de las vacunas se notifican”. Esta es la frase a la que Kennedy y otros se han aferrado por mucho tiempo, y la utilizan para argumentar engañosamente que los problemas registrados en VAERS son solo la punta del iceberg.
No es claro cómo se calculó, pero el Dr. Michael Klompas, un investigador de vigilancia en salud pública en la Facultad de Medicina de Harvard y uno de los autores del informe, nos dijo en un correo electrónico para un artículo anterior que la cifra del 1% “considera que muchos efectos adversos de las vacunas son leves y esperados, por lo que no vale la pena notificarlos (brazo adolorido, fatiga, enrojecimiento local, etc.).” Es engañoso referirse a esta cifra sin señalar que incluye efectos secundarios leves y esperados que las personas raramente se molestaría en notificar a VAERS.
Otras investigaciones han demostrado que VAERS capta mejor los acontecimientos adversos graves que los leves.
El informe, entonces, no es prueba de que las vacunas sean peligrosas, como Kennedy trata de afirmar. En cambio, describe un enfoque que podría ser usado para mejorar la notificación en VAERS, esencialmente cambiándolo de un sistema puramente pasivo.
Hay que agregar que otros sistemas gubernamentales de monitoreo de seguridad de las vacunas sí son sistemas activos que automáticamente recogen datos y no dependiendo notificaciones, incluido el Vaccine Safety Datalink. Los CDC y la FDA intencionalmente utilizan numerosos sistemas, pasivos y activos, en forma conjunta para vigilar la seguridad de las vacunas.
Afirmación engañosa sobre la Ley Nacional de Lesiones por Vacunas Infantiles
En al menos tres entrevistas recientes, Kennedy ha hilado una historia engañosa sobre el origen de la Ley Nacional de Lesiones por Vacunas Infantiles de 1986 para sugerir incorrectamente que las vacunas son irremediablemente inseguras.
En las décadas de los setenta y ochenta, los fabricantes de vacunas estaban siendo demandados más y más, por millones de dólares, por padres por supuestos daños a sus hijos, muchos de ellos por ciertos problemas de salud neurológicos que afirmaban se debían a la vacuna contra la difteria, el tétanos y la tosferina, o DTP. Aunque estudios posteriores demostraron que no existía ninguna relación con la vacuna, las compañías de vacunas a veces perdieron estos casos en la corte. Esto llevo a que algunas compañías dejaran de fabricar vacunas por completo, lo que aumento su costo y también el riesgo de escasez de vacunas.
Reconociendo que las vacunas son muy beneficiosas, pero en raras ocasiones causan efectos secundarios graves, tales como reacciones alérgicas, el gobierno intervino y decidió darle inmunidad en la mayoría de los casos a los fabricantes de vacunas, y estableció un sistema alternativo de compensación para personas con afirmaciones legítimas de daños. La ley también exigió que quienes reciban vacunas reciban también hojas informativas sobre ellas y creó el VAERS para que funcionara como un sistema de detección temprana para detectar posibles problemas de seguridad por las vacunas.
La versión de Kennedy, sin embargo, exagera los riesgos de las vacunas.
“La razón por la cual se aprobó la ley de vacunas que dio inmunidad de responsabilidad a estas compañías es porque ellos dijeron que las vacunas no se podían producir, que eran inevitablemente inseguras”, dijo en la entrevista del podcast de Maher. “Y esa frase está en el estatuto de 1986, y está en el caso de Bruesewitz en la Corte Suprema, que ratificó ese estatuto”.
“Cualquiera que le diga que las vacunas son seguras y efectivas, la misma industria obtuvo inmunidad de responsabilidad tras convencer al presidente y al Congreso que las vacunas son inevitablemente inseguras”, también dijo en su entrevista con Rogan.
Esto es engañoso, y también erróneo en lo específico. “Inevitablemente inseguro” no significa, como Kennedy insinúa, que un producto sea realmente peligroso y no deba utilizarse. Como la profesora de Derecho de la Universidad de California Dorit Reiss explica en un blog, el término jurídico se refiere en realidad a un producto que se considera muy beneficioso, pero que no puede estar completamente exento de riesgo. (Seguro y efectivo, debe decirse, no significa perfectamente seguro y perfectamente efectivo tampoco, un estándar que ningún producto médico podría alcanzar).
“Inevitablemente inseguro” tampoco aparece en la ley de 1986, como afirma Kennedy. En cambio, lo que dice la ley es que ningún fabricante de vacunas “será responsable … si la lesión o la muerte resultan de efectos secundarios que fueron inevitables, incluso después de preparar debidamente las vacunas y acompañarlas de las instrucciones y advertencias apropiadas”.
En la opinión de la mayoría, en el caso Bruesewitz, la frase solo se menciona porque fue parte de una argumentación que fue rechazada. El asunto ante la corte, Reiss explica, era si un demandante podría demandar por una supuesta lesión por la vacuna por un defecto de diseño en una corte estatal. Esto dependía de si la ley de 1986 pretendía invocar el lenguaje “inevitablemente inseguro” del derecho de responsabilidad civil. La mayoría de los jueces dijo que no. “En otras palabras”, Reiss nos dijo en un correo electrónico, “la mayoría de la corte mencionó la frase solo para decir que no es una interpretación correcta de la ley”.
Esto nos lleva a la afirmación de Kennedy en su entrevista con Maher que las compañías de vacunas reciben inmunidad “sin importar qué tan negligente sean … sin importar qué tan imprudente sea su comportamiento, sin importar que tan deficiente sea su proceso de manufactura y prueba”.
Esto es falso. Reiss nos dijo que, aunque el caso Bruesewitz determinó que alguien no puede demandar por un defecto de diseño de una vacuna, uno sí puede presentar otras demandas en contra de los fabricantes de vacunas, incluyendo por defectos de manufactura, negligencia y fraude. Las alegaciones pueden llevarse a la corte estatal, nos dijo, si uno pasa primero por el programa de compensación de las vacunas y este se tarda más de 240 días en brindar una respuesta o uno rechaza la decisión.
De hecho, esto es exactamente lo que Kennedy ha hecho en las demandas contra Merck por sus vacunas contra el VPH (virus de papiloma humano). “Esto demuestra que su argumento es falso y que él lo sabe”, Reiss dijo.
Traducido por Catalina Jaramillo.
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