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Compendio SciCheck
El legendario jugador de béisbol y activista por los derechos civiles Henry “Hank” Aaron murió por causas naturales, de acuerdo a la oficina del médico forense de Fulton County, Georgia. No hay evidencia de que su muerte haya sido una consecuencia de haber recibido una vacuna contra el COVID-19 a comienzos de enero, como sugieren múltiples entradas y artículos compartidos en medios sociales.
Más de 500 millones de dosis de vacunas contra el COVID-19 han sido administradas en Estados Unidos y solo han aparecido unos pocos, e infrecuentes, problemas de seguridad. La gran mayoría de personas tiene efectos secundarios menores y temporales, tales como dolor en el lugar del pinchazo, cansancio, dolor de cabeza o dolor muscular, o ninguno de ellos. Como los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC, por sus siglas en inglés) han dicho, estas vacunas “se han sometido y continuarán siendo sometidas al monitoreo de seguridad más intensivo de la historia de EE. UU.”
Un pequeño número de reacciones alérgicas graves conocidas como anafilaxia, la cual puede suceder con cualquier vacuna, hanocurrido con las vacunas contra el COVID-19 autorizadas y aprobadas. Afortunadamente, estas reacciones son escasas, comúnmente ocurren a minutos de la inoculación y pueden ser tratadas. Aproximadamente 5 por millón de personas vacunadas sufren de anafilaxia tras recibir una vacuna contra el COVID-19, segúnlos CDC.
Para asegurarse de que las reacciones alérgicas graves puedan identificarse y tratarse, todas las personas que reciben una vacuna deben permanecer en observación por 15 minutos después de recibir la inyección. Y las personas que hayan experimentado anafilaxia o hayan tenido algún tipo de reacción alérgica inmediata a cualquier vacuna o inyección en el pasado. deben ser monitoreadas durante media hora. Las personas que hayan tenido una reacción alérgica grave a una dosis anterior o a uno de los ingredientesde lavacuna no deben vacunarse. Además, aquellos que no deberían recibir un tipo de vacuna contra el COVID-19 deben ser monitoreados durante 30 minutos después de recibir un tipo diferente de vacuna.
La evidencia indica que las vacunas de ARNm de Pfizer/BioNTech y de Moderna pueden infrecuentemente causar una inflamación al músculo cardíaco (miocarditis) o de la capa exterior que recubre el corazón (pericarditis), especialmente en hombres adolescentes o adultos jóvenes.
De acuerdo a datos recogidos hasta agosto de 2021, las tasas de notificación de cualquiera de las afecciones en EE. UU. son más altas en hombres de 16 a 17 años después de la segunda dosis (105,9 casos por millón de dosis de la vacuna de Pfizer/BioNTech), seguidos por varones de 12 a 15 años de edad (70,7 casos por millón). La tasa para hombres de entre 18 y 24 años fue de 52,4 casos y 56,3 casos por millón de dosis de las vacunas de Pfizer/BioNTech y Moderna, respectivamente.
Funcionarios de la salud han enfatizado que la miocarditis y pericarditis en conexión con las vacunas ocurren con muy poca frecuencia y que los beneficios de la vacunación aún superan los riesgos. Evidencia temprana sugiere que estos casos de miocarditis son menos graves que los comúnmente vistos. Los CDC también dijeron que la mayoría de los pacientes que recibieron atención “respondieron bien al tratamiento con medicamentos y al reposo y mejoraron rápidamente”.
La vacuna de Johnson & Johnson ha sido relacionada con un mayor riesgo a una condición infrecuente de coágulos sanguíneos con niveles bajos de plaquetas, principalmente en mujeres de entre 30 y 49 años de edad. Síntomas tempranos de la condición, conocida como síndrome de trombosis-trombocitopenia (TTS, por sus siglas en inglés) pueden aparecer incluso a tres semanas de la vacunación e incluyengraves o persistentes dolores de cabeza o visión borrosa, hinchazón de piernas, y “moretones que se producen fácilmente o pequeños puntos de acumulación de sangre debajo de la piel que se extienden desde la zona de la inyección”.
Según los CDC, el TTS ha ocurrido en alrededor de 4 personas por cada millón de dosis administradas. Hasta principios de abril, se habían confirmado 60 casos del síndrome, incluyendo nueve muertes, luego de más de 18,6 millones de dosis administradas de la vacuna de Johnson & Johnson. Aunque el TTS sigue siendo raro, debido a la disponibilidad de vacunas de ARNm que no muestran vínculo con este serio efecto secundario, el 5 de mayo la FDA limitó el uso autorizado de la vacuna de J&J a adultos que o no pudieron recibir ninguna de las otras vacunas contra el COVID-19 autorizadas o aprobadas por razones médicas o de acceso, o solo quisieron la vacuna de J&J para protegerse de la enfermedad. Varios meses antes, el 16 de diciembre de 2021, los CDC habían comenzado a recomendar las vacunas de Pfizer/BioNTech y de Moderna, por sobre las de J&J.
La vacuna de J&J también se ha relacionado con un mayor riesgo de síndrome de Guillain-Barré, un trastorno raro en el que el sistema inmunitario ataca a las células nerviosas. La mayoría de las personas que desarrollan el síndrome se recuperan por completo, aunque algunas el daño es permanente en los nervios y la afección puede ser fatal.
Los datos de vigilancia de seguridad sugieren que en comparación con las vacunas de ARNm, que no se han relacionado con el síndrome, la vacuna de J&J está asociada con 15,5 casos adicionales de GBS, como se conoce al síndrome por sus siglas en inglés, por millón de dosis de la vacuna en las tres semanas posteriores a la vacunación. La mayoría de los casos notificados después de la vacunación con J&J han ocurrido en hombres mayores de 50 años de edad.
Ninguna vacuna o medicamento es 100% seguro, pero la seguridad de las vacunas está avalado por pruebas en rigurosos ensayos clínicos realizados antes de la autorización o aprobación, seguidos por un continuo seguimiento de seguridad una vez que las vacunas se comenzaron a administrar al público para detectar posibles efectos secundarios poco frecuentes. Además, la Administración de Alimentos y Medicamentos (FDA, por sus siglas en inglés) inspecciona los establecimientos donde se producen las vacunas y revisa los protocolos de producción para asegurarse que las dosis de las vacunas sean de alta calidad y estén libres de contaminantes.
Parte clave del plan de vigilancia de seguridad de las vacunas es el Sistema de Notificación de Reacciones Adversas a las Vacunas, o VAERS, el cual es un sistema de alerta temprana manejado por los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades y la FDA. Tal como su sitio web explica, VAERS “no está diseñado para detectar si la vacuna causó un evento adverso, pero puede identificar patrones inusuales o inesperados de notificación que pueden indicar posibles problemas de seguridad que requieran de una segunda mirada”.
Cualquiera puede presentar una notificación a VAERS por cualquier problema de salud que ocurra luego de una vacunación. No hay ningún filtro ni descarte de notificaciones ni algún intento de determinar si la vacuna fue responsable del problema. La información es igualmente valiosa porque es una manera de recibir una alerta rápida por un potencial problema de seguridad de alguna vacuna, la cual puede luego tener un seguimiento por parte de científicos del gobierno.
Otro sistema de supervisión es el Vaccine Safety Datalink de los CDC, el cual usa información de salud electrónica de nueve organizaciones de salud en los Estados Unidos para identificar eventos adversos relacionados con las vacunaciones en tiempo real.
En el caso de las vacunas contra el COVID-19, ensayos controlados aleatorios incluyendo a decenas de miles de personas, los cuales fueron revisados por múltiples grupos de expertos, no detectaron ningún problema de seguridad y mostraron que los beneficios superan a los riesgos.
Los sistemas de supervisión de seguridad de los CDC y la FDA, los cuales fueron ampliados para las vacunas contra el COVID-19 y también incluyen una nueva herramienta digital para teléfonos inteligentes llamada v-safe, han, desde entonces, identificado solo unos pocos, e infrecuentes, efectos secundarios.
Henry “Hank” Aaron, de 86 años de edad, “falleció en paz mientras dormía” el 22 de enero, de acuerdo con una declaración de los Bravos de Atlanta, el equipo por el cual jugó 21 de sus 23 temporadas en las Grandes Ligas de Béisbol. Aaron murió a poco más de dos semanas de haber recibido públicamente la primera dosis de la vacuna contra el COVID-19 de Moderna en una clínica de Morehouse Healthcare el 5 de enero.
La secuencia de hechos ha llevado a algunos usuarios de medios sociales a sugerir que hubo una conexión directa entre recibir la vacuna y fallecer varios días después.
Pero no hay evidencia de que ese sea el caso.
Una persona escribió en Facebook: “Nuestro Hermano Hank Aaron — QEPD — quiso ser un ejemplo y una inspiración para la Comunidad Negra al recibir la vacuna contra el COVID-19. Desafortunadamente, puede que se haya convertido en un ejemplo para la Comunidad Negra de por qué NO SE PUEDE confiar en esta vacuna… Dos semanas después de recibir su primera inyección de Moderna, Hank Aaron murió mientras dormía. La causa de su muerte no ha sido revelada, pero saque usted la cuenta”.
Otro usuario de Facebook, que yuxtapuso una nota de prensa sobre Aaron recibiendo la vacuna con otra sobre su muerte escribió: “¡Espero que la gente reciba el mensaje que la muerte de este hombre debería enviarnos al resto de nosotros!”
Y Robert F. Kennedy Jr., un escéptico de las vacunas que ha promovidoinformación incorrecta sobre el COVID-19, tuiteó “la trágica muerte de #HankAaron es parte de una ola de muertes sospechosas en personas de la tercera edad inmediatamente seguidas de la administración de #vacunas contra el #COVID”. El tuit de Kennedy se enlaza con un artículo escrito por su organización, Children’s Health Defense, donde se sugiere infundadamente que Aaron podría haber muerto como resultado de la vacuna.
Si bien no se ha determinado la causa exacta de la muerte de Aaron, funcionarios de la salud no creen que esté relacionada con la recepción de la vacuna.
Un funcionario de la oficina del médico forense de Fulton County, que examinó el cuerpo de Aaron después de su muerte, le dijo a FactCheck.org por teléfono que Aaron murió “por causas naturales”.
En una declaración enviada por correo electrónico a AFP Fact Check, la médica forense del condado, Karen Sullivan, dijo: “No hubo ninguna información que sugiriera una reacción alérgica o anafiláctica a alguna sustancia que pueda ser atribuida a la reciente distribución de la vacuna”.
Sullivan añadió: “Además, la examinación del cuerpo del Sr. Aaron no sugiere que su muerte se haya debido a ningún otro evento más que a lo asociado con su historial clínico”.
WSB-TV en Atlanta reportó que Aaron tenía un historial de problemas en la próstata e hipertensión. Además, recibía tratamiento para osteoartritis de la rodilla y usaba una silla de ruedas en los últimos años de su vida.
La Morehouse School of Medicine, la escuela de medicina afiliada a la clínica de Atlanta donde Aaron fue vacunado, también dijo que la vacuna no fue un factor de su muerte.
La escuela, con históricas raíces en la comunidad Negra, nos envió un correo electrónico diciendo: “El Sr. Aaron fue un defensor de la salud pública y trabajó con nosotros para eliminar la desigualdad en el acceso a la salud en Atlanta y en todo el mundo. Su fallecimiento no tuvo relación con la vacuna, ni tampoco sufrió de ningún efecto secundario tras su vacunación. Falleció en paz mientras dormía”.
Aaron y un grupo de más de 20 activistas de derechos civiles y humanos, todos sobre los 75 años de edad, se vacunaron en la nueva instalación de salud para “promover la aceptación de la vacuna en la comunidad Negra”, según un comunicado de prensa enviado por la escuela de medicina el 5 de enero.
Una encuesta realizada en diciembre por AP-NORC Center for Public Affairs Research (el Centro de Investigación de Asuntos Públicos de la Associated Press y NORC, un instituto de la Universidad de Chicago) encontró que, en ese entonces, solo un 23% de afroestadounidenses dijo que definitivamente tenía planes de recibir la vacuna para el coronavirus cuando estuviera disponible. La cifra es mucho menor al 53% de blancos y 34% de hispanos que dijeron lo mismo.
En el día de su vacunación, Aaron le dijo a la Associated Press: “No tengo ninguna aprensión con esto, para nada, sabe. Me siento muy orgulloso de mi mismo por hacer algo como esto… Es sólo algo pequeño que puede ayudar a trillones de personas en este país”.
Andrew Young, el ex congresista, alcalde y embajador de Estados Unidos, quien también fue vacunado en la clínica el mismo día que Aaron, le dijo a 11Alive de Atlanta, que a él le dijeron que Aaron “nunca tuvo ninguna reacción” a la inyección previo a su muerte.
“Hablé con el tipo que era su chófer, y le pregunté: ‘¿Hank sintió alguna molestia o algún problema en los últimos días?’; y él dijo: ‘no, él quiso mantener sus planes’”, le dijo Young a la estación de noticias.
Como hemos escrito, las vacunas de Moderna y Pfizer/BioNTech recibieron autorizaciones de uso de emergencia de la Administración de Alimentos y Medicamentos (FDA por sus siglas en inglés) después de haber sido sometidas a exhaustivas pruebas de seguridad y eficacia en ensayos clínicos con miles de participantes. (Para más información por favor visite nuestro artículo en SciCheck: “Preguntas y respuestas sobre las vacunas para COVID-19”).
El 22 de enero, los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC por sus siglas en inglés) reportaron que después de administrar más de 4 millones de dosis de la vacuna de Moderna entre el 21 de diciembre de 2020 y el 10 de enero de 2021, solo se encontraron 10 casos de anafilaxia, “una severa reacción alérgica que puede poner en riesgo la vida”.
“Nueve de las 10 reportes de casos de anafilaxia contenían el historial clínico de alergias o reacciones alérgicas del paciente, ya sea a medicamentos (seis), medios de contraste (dos) y alimentos (uno); cinco pacientes habían sufrido un episodio de anafilaxia en el pasado, ninguno asociado con la recepción de una vacuna”, según la CDC.
No ha habido casos de muertes relacionadas con anafilaxia.
Traducido por Catalina Jaramillo.
Nota del editor: El Proyecto de Vacunación/COVID-19 de SciCheck es posible gracias a una beca de la Robert Wood Johnson Foundation. La fundación no tiene control alguno sobre nuestras decisiones editoriales, y los puntos de vista expresados en nuestros artículos no reflejan necesariamente el punto de vista de la fundación. El objetivo del proyecto es aumentar el acceso a información precisa sobre el COVID-19 y las vacunas, y reducir el impacto de información errónea.