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A Project of The Annenberg Public Policy Center
SciCheck’s COVID-19/Vaccination Project

Nuevos hallazgos científicos sobre uso de mascarillas y COVID-19


This article is available in both English and Español

Actualización, 20 de enero: El 14 de enero, durante un aumento en los casos de COVID-19 debido a la variante ómicron, los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC, por sus siglas en inglés) actualizaron su guía sobre el uso de mascarillas para explicar que algunas mascarillas son mejores que otras y que las personas deben usar las que brinden la máxima protección, se ajusten bien a la cara y puedan ser usadas constantemente. Las mascarillas de tela de trama abierta son las que ofrecen menor protección. Las con capas y tejido fino son más seguras, las quirúrgicas desechables bien ajustadas y las KN95 ofrecen más protección y las llamadas N95 son las que brindan el nivel máximo de protección, dijo la agencia. Algunas de las mejores mascarillas, sin embargo, pueden ser más difíciles de tolerar y muchos respiradores KN95 son de mala calidad. Los N95 “quirúrgicos”, que brindan protección adicional contra fluidos como salpicaduras de sangre, aún deben reservarse para los trabajadores de la salud. Cualquier mascarilla es mejor que ninguna, según la agencia.

Desde que los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC, por sus siglas en inglés) comenzaron a recomendar que el público se cubriera el rostro, durante la primavera pasada, nuevos estudios han respaldado el uso de mascarillas para combatir el coronavirus. Y si bien aún persisten algunas interrogantes, los expertos coinciden en que las personas deben usar mascarillas y, cada vez más, insisten en el uso de mejores mascarillas.

La última vez que examinamos la investigación existente sobre mascarillas, en abril del 2020, explicamos que algunos estudios de laboratorio respaldaban la idea de que las mascarillas son efectivas contra el coronavirus, o SARS-CoV-2. Pero la evidencia directa de que las mascarillas previenen la transmisión de virus respiratorios en una comunidad era limitada.

De alguna manera, la premisa central no ha cambiado mucho. Benjamin Cowling, un epidemiólogo en la Universidad de Hong Kong, nos dijo que “hay buena evidencia mecánica obtenida en estudios de laboratorio de que las mascarillas deberían tener un efecto en la propagación”. Cowling también nos dijo que “la evidencia obtenida en ensayos aleatorios no ha sido uniforme en mostrar un gran impacto de las mascarillas en la propagación, pero ha mostrado uniformemente un impacto ligero de las mascarillas en la propagación”.

“Sigo creyendo que el uso de la mascarilla reducirá la propagación, aunque por sí solo el uso de mascarillas no es suficiente para prevenir la propagación del COVID en una comunidad”, escribió en un correo electrónico.

Algunos expertos dudan que las mascarillas, al menos las más usadas actualmente, tengan un impacto significativo en la propagación del SARS-CoV-2.  Sin embargo, aún así creen que las personas deben usarlas.

Lisa Brosseau, una asesora en higiene industrial adscrita al Centro de Investigaciones de Enfermedades Infecciosas de la Universidad de Minesota, no descarta completamente los tapabocas, pero recomienda no depender de ellos. Y piensa que las personas, especialmente las personas potencialmente expuestas al virus durante muchas horas en sus lugares de trabajo, deberían tener acceso a una mejor ventilación y a otras medidas preventivas, además de a mascarillas sustancialmente mejores.

“Nosotros, como sociedad, hemos estado usando mascarillas que permiten fugas”, dijo John Volckens, un científico de aerosoles en la Universidad Estatal de Colorado que ha estudiado la efectividad de las mascarillas ante la pandemia del COVID-19. “Y las mascarillas que permiten fugas brindan bastante menos protección que las mascarillas de buena calidad, con buenos filtros y que pueden ser bien ajustadas”.

Los CDC emitieron nuevas recomendaciones en febrero exhortando a la población a mejorar el ajuste de sus mascarillas (para que no haya huecos por donde escape aire) y su capacidad de filtración. Fundamentándose en experimentos de laboratorio, el ente sugirió, entre otras cosas, colocar una mascarilla de tela sobre una desechable, a manera de “mascarilla doble”(así la mascarilla de tela empuja los bordes de la mascarilla desechable contra su rostro). O usar accesorios de ajuste sobre mascarillas para evitar escapes.

Investigaciones más recientes

Durante el último año, nuevas investigaciones han apoyado en líneas generales la noción de que las mascarillas pueden reducir la transmisión del virus, aunque aún faltan evidencias.

Numerosos estudios de laboratorio demuestran que las mascarillas pueden bloquear parcialmente las gotículas respiratorias exhaladas, consideradas la principal vía para la propagación del virus, y pueden ofrecer alguna protección a quien las porta.

En un estudio, científicos adscritos al Instituto Nacional para la Salud y la Seguridad Ocupacional de los CDC evaluaron la efectividad de varios cobertores faciales para prevenir la expulsión de partículas tras una tos simulada. Las máscaras protectoras N95 tuvieron el mejor desempeño al bloquear el 99% de las partículas, mientras que las mascarillas médicas bloquearon el 59% y las de tela un 51%. La única modalidad que no casi no logró efectividad alguna fueron los visores transparentes, que apenas bloquearon el 2%. 

En otro experimento, investigadores en Japón evaluaron la efectividad de diferentes mascarillas para reducir la exposición al coronavirus en dos maniquíes situados frente a frente. Mascarillas de algodón o quirúrgicas colocadas en el maniquí que expelía el virus redujeron la exposición del otro maniquí en al menos 50%. Si el maniquí expuesto era el único con mascarilla el efecto protector era menor, pero si ambos tenían mascarillas la transmisión disminuía entre 60% y 70%.

Algunas investigaciones epidemiológicas también indican que las mascarillas ayudan a reducir la propagación del coronavirus. Según un estudio de 124 hogares en Beijing, China, el uso de mascarillas antes de que un integrante infectado de la familia se sintiera enfermo estaba asociado con un riesgo 79% menor de propagar el virus a otros residentes de la misma casa.

Y en un análisis de más de 1.000 personas en Tailandia que habían estado en contacto con una persona enferma de COVID-19, quienes reportaron haber usado mascarillas durante toda esa interacción tuvieron 77% menos probabilidades de contagio que aquellos que no usaron mascarillas.

Otras evidencias indirectas provienen de estudios que han documentado vínculos entre el reporte del uso voluntario de mascarillas y el control del virus en una comunidad, o la obligatoriedad de usarlas y una disminución posterior en la cantidad de casos de COVID-19 o en tasas de hospitalización.

Un estudio de 15 estados y el Distrito de Columbia identificó una disminución del 0,9% en el aumento diario de casos de COVID-19 durante los primeros cinco días después de ordenar el uso obligatorio de mascarillas, que después de 21 días se convirtió en una disminución diaria de 2,0%. 

En Kansas, donde el gobierno estatal ordenó el uso obligatorio de mascarillas en julio, dándole a los condados la opción de abstenerse, la cantidad de nuevos casos de COVID-19 per cápita descendió un 6% en áreas donde el uso de mascarillas era obligatorio y aumentó 100% en aquellas donde no lo era.

Otro estudio en Estados Unidos no identificó el impacto del uso obligatorio de mascarillas, pero determinó que un incremento del 10% en el reporte voluntario de uso de mascarillas estuvo relacionado con un estado cuyas autoridades tuvieron 3,5 más probabilidades de controlar su epidemia.

Un ejemplo tal vez emblemático del poder de las mascarillas proviene de un reporte sobre dos peluqueras en el estado de Misuri. Ambas tenían síntomas de COVID-19 pero usaron mascarillas y no se determinó que hubiesen contagiado a ninguno de sus clientes, que también portaban mascarillas. Del total de 139 clientes, 67 accedieron a someterse a la prueba del SARS-CoV-2 y todos obtuvieron resultados negativos.

Cada una de estas investigaciones tienen limitaciones. En el estudio sobre las peluqueras, por ejemplo, no hay manera de saber si las mascarillas fueron la razón por la cual ninguno de los clientes contrajo  COVID-19. Y es posible que algunas de las personas que rehusaron someterse a la prueba hayan contraído el virus durante esas interacciones.

De manera similar, los estudios que reportaron un vínculo entre el uso voluntario u obligatorio de mascarillas y mejores estadísticas de COVID-19 tampoco pueden demostrar que fueron las mascarillas las que produjeron o contribuyeron a esos resultados.

El Dr. Roger Chou, profesor de informática médica y epidemiología clínica en la Universidad de Oregón para la Ciencia y la Salud, nos dijo que si bien las investigaciones sugieren un beneficio, es “difícil determinar causalidad con estos estudios” porque es difícil controlar otros factores que impactan las tasas de infección, tales como el distanciamiento físico y otras medidas de salud pública. 

Los estudios de laboratorio también pueden indicar cómo y cuántas mascarillas bloquean la transmisión del coronavirus, pero no reflejan necesariamente el desempeño de mascarillas de diversa calidad en el mundo real.

Sin embargo, para muchos científicos y organismos sanitarios las estadísticas son convincentes. Al escribir en la Revista de la Asociación Médica Estadounidense, dos científicos adscritos a los CDC describieron la evidencia como “convincente”.

“Cuando se ve en conjunto”, dijo Volckens, “es realmente difícil refutar que las mascarillas no son una pieza vital en el control de la infección”.

NUEVA YORK, NY – 06 ABRIL: Un hombre usa doble mascarilla mientras camina por Times Square el 6 de abril, 2020, en la Ciudad de Nueva York. Foto por Kena Betancur/Getty Images.

Chou, quien también dirige en la misma universidad una oficina encargada de evaluar sistemáticamente asuntos de atención médica para entes federales y estatales, asociaciones profesionales y fundaciones, es el autor de una serie de evaluaciones breves y actualizadas de la evidencia existente sobre la efectividad de las mascarillas para evitar la transmisión de virus respiratorios, incluyendo el coronavirus. Si bien sus evaluaciones concluyen que la evidencia epidemiológica tradicional continúa siendo limitada, al igual que otras evaluaciones de la Organización Mundial de la Salud y del Centro Europeo para el Control y Prevención de Enfermedades, afirmó que existe consenso respecto a la noción de que las mascarillas sí funcionan.

“Tengo mucha confianza en que las mascarillas ayudan a proteger a quienes las usan contra la infección y también brindan protección a los demás”, dijo Chou, y agregó que pese a las diferencias en que varios organismos describen la evidencia, él desconoce la existencia de alguna autoridad regional o nacional que no recomiende mascarillas.

“Tal vez haya discrepancias sobre cuándo usar mascarillas o sobre qué tipo de mascarillas, pero el uso de mascarilla al estar cerca de otras personas realmente no está en duda”, indicó.

Un estudio importante al que Volckens y Chou se refirieron es un ensayo controlado aleatorio de mascarillas en Dinamarca, el primero y hasta ahora el único estudio realizado durante la pandemia de COVID-19.

El ensayo evaluaba si darle mascarillas quirúrgicas gratuitas a voluntarios reducía la posibilidad de que contrajeran SARS-CoV-2, comparado con un grupo control que no recibió mascarillas. La investigación no identificó un impacto estadísticamente importante en el grupo con mascarillas.

Pero como SciCheck ha explicado previamente, la investigación estuvo diseñada para detectar solamente un efecto de al menos 50% y los resultados sugirieron una reducción del riesgo más pequeña, del 18%. (El estudio tampoco intentó comprobar si las mascarillas ayudan a prevenir la propagación del virus desde el usuario de la mascarilla hacia las demás personas”).

“El estimado fue impreciso y estadísticamente insignificante, pero fue consistente con un efecto protector”, dijo Chou. “Esto no es amplio, pero para una enfermedad como SARS-CoV-2 que se propaga exponencialmente es importante desde una perspectiva de sanidad pública”.

Cowling, el epidemiólogo de la Universidad de Hong Kong, nos dijo entonces que un nivel de protección del 20% es más o menos lo que él esperaría, según investigaciones previas sobre influenza.

Volckens agregó que las mascarillas quirúrgicas azules empleadas en el estudio dejan escapar aire y que los resultados podrían ser más definitivos si se hubieran usado mejores mascarillas. “No usaron siquiera una mascarilla buena, así que no sorprende que no vieran un efecto sustancial”.

El progreso hacia mejores mascarillas

No todos están convencidos de que las coberturas faciales han contribuido a limitar de manera importante la propagación del coronavirus. Brosseau, una higienista industrial certificada (y jubilada) con experiencia en protección respiratoria contra bioaerosoles, critica muchos de los estudios de laboratorio elaborados durante el último año porque considera que no han empleado métodos rigurosos.

“Muchos de los estudios que he leído que aseguran haber obtenido una eficiencia muy alta de los cobertores faciales como filtros, no fueron hechos correctamente”, dijo durante una entrevista telefónica. “Están hechos a tasas de flujo bajas, las tasas de flujo a las que las personas respiran. Pero eso no es lo necesario para diferenciar un buen filtro de un mal filtro”.

Las estadísticas epidemiológicas, las cuales son solamente correlativas, tampoco la convencen.

Lo que más le preocupa a Brosseau es que las personas, especialmente los trabajadores, no saben lo deficientes que sus coberturas faciales pueden ser, y compara el uso de mascarillas de inferior calidad a usar bikini al aire libre cuando la temperatura es de 10 grados.

“Yo no digo ‘no los usen’, solamente digo ‘no esperen que hagan mucho”, dijo. “No son tan mágicos como todo el mundo piensa que son”.

Las mascarillas de tela pueden ofrecer alguna protección para personas que realizan visitas de cinco o diez minutos al supermercado, dice. Pero Brosseau piensa que las mascarillas de tela hacen poco para proteger a trabajadores que permanecen en esos espacios durante horas y para capturar o filtrar partículas respiratorias más pequeñas, llamadas aerosoles, que pueden permanecer en el aire y acumularse. Es por ello que Brosseau piensa que debe prestársele más atención a mejores sistemas de ventilación y a mejores mascarillas, idealmente máscaras protectoras N95 para los trabajadores y otras mascarillas estandarizadas para el público.

En ese frente, a mediados de febrero, ASTM International, una organización que publica estándares para equipos de protección personal, emitió una norma para protectores faciales. A pesar de que aún es pronto para ver los resultados de la normativa, Brosseau espera que dé lugar a mejores productos.

Volckens, el científico de aerosoles en Colorado, no comparte el escepticismo de Brosseau sobre las coberturas faciales pero coincide que ya es momento de que las personas usen mejores mascarillas.

“No hemos usado mascarillas lo suficientemente buenas”, dijo durante una entrevista telefónica. “Y realmente se trata de dos aspectos: mascarillas que no filtran bien y mascarillas que dejan escapar aire. Y cuando digo que dejan escapar aire, me refiero a que no se ajustan al rostro por lo que el aire no atraviesa la mascarilla, el aire va alrededor de la mascarilla”.

Sus experimentos han revelado una gran variedad en la efectividad de las mascarillas, no solamente entre tipos diferentes sino también en el ajuste al rostro de una mascarilla específica o el volumen con el que alguien habla, factores que varían de persona a persona.

En cuanto a las nuevas recomendaciones de los CDC de crear “mascarillas dobles” colocando una mascarilla de algodón o un ajustador sobre una mascarilla médica, Volckens dijo que los experimentos de ese ente fueron “muy convincentes” a pesar de que los científicos solamente probaron algunas mascarillas y no usaron humanos.

“Creo que confirma lo que muchos científicos de aerosoles hemos sabido durante meses, y es que hemos estado usando mascarillas que dejan aire escapar”, indicó. “Los aerosoles se comportan más como el humo. Y nadie piensa que si usa una de esas mascarillas quirúrgicas azules, ésta retendría todo el humo que uno exhalaría si estuviese fumando un cigarrillo”.

La idea detrás de esa recomendación, dijo, no es que se necesita una segunda capa, sino que se necesita de algo que ajuste mejor la mascarilla desechable al rostro.

Brosseau advirtió que agregar demasiadas capas puede incrementar la resistencia a la respiración, algo que no se evaluó en la investigación. Eso puede dificultar la respiración y provocar que el flujo se escape por un costado. Ante la ausencia de una mascarilla médica N95, Brosseau dijo que agregar un accesorio de ajuste sobre otra mascarilla es una de las mejores opciones porque permite que se adapte mejor al rostro sin tener que recurrir a una capa extra que puede causar problemas.

Los científicos dicen que las directrices sobre mascarillas podrían cambiar nuevamente, a medida que obtienen más información. Por ejemplo, Volckens dijo que aún se desconoce cuál es el desempeño mínimo aceptable de las mascarillas. Y aún persisten muchas interrogantes sobre cómo se propaga el coronavirus, incluyendo cuánto virus es necesario para infectar a una persona y cómo depende del tamaño de las partículas o de la ruta exacta que el virus emplea para ingresar al cuerpo. “Sin esa información es realmente difícil tomar decisiones respecto al riesgo”, dijo.

Actualización, 20 de enero: Un ensayo controlado aleatorio, presentado como un artículo sin revisión de pares en agosto 2021 y luego publicado en la revista Science en diciembre 2021, encontró que el uso de mascarillas quirúrgicas por parte de adultos en zonas rurales de Bangladesh fue efectivo para limitar la propagación del SARS-CoV-2. Investigadores de EE. UU., Bangladesh y Australia incentivaron el uso de mascarillas en un grupo de 178.322 personas, mientras que un grupo de control de 163.861 no recibió tales incentivos. El uso de mascarillas subió en aproximadamente 28,8 puntos porcentuales en el grupo que recibió las intervenciones. Ese grupo tuvo una reducción del 9,5% en la proporción de personas sintomáticas con resultados positivos por una infección anterior de COVID-19, con pruebas realizadas a las 10-12 semanas, y una reducción del 11,6% en la notificación de síntomas similares al COVID-19 informados luego de cinco a nueve semanas, con reducciones más amplias en las comunidades que utilizaron mascarillas quirúrgicas en vez de mascarillas de tela. 

“Encontramos evidencia clara de que las mascarillas quirúrgicas son efectivas para reducir la seroprevalencia sintomática del SARS-CoV-2. Aunque las mascarillas de tela claramente reducen los síntomas, encontramos evidencia menos clara de su impacto en las infecciones sintomáticas por SARS-CoV-2”, escribieron los autores. “Nuestros resultados no deben interpretarse como que el uso de mascarillas puede prevenir solo el 10% de los casos de COVID-19, y mucho menos el 10% de la mortalidad por COVID-19. Nuestra intervención indujo a 29 personas más de cada 100 a usar mascarillas, con un 42% de las personas usando máscaras en total. El impacto total del uso de mascarilla casi universal, quizás alcanzable con estrategias alternativas o una aplicación más estricta, puede ser varias veces mayor que nuestra estimación del 10%”.

Traducido por Luis Alonso Lugo.

Nota del editor: El Proyecto de Vacunación/COVID-19 de SciCheck es posible gracias a una beca de la Robert Wood Johnson Foundation. La fundación no tiene control alguno sobre nuestras decisiones editoriales, y los puntos de vista expresados en nuestros artículos no reflejan necesariamente el punto de vista de la fundación. El objetivo del proyecto es aumentar el acceso a información precisa sobre el COVID-19 y las vacunas, y reducir el impacto de información errónea.