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Investigaciones recientes sugieren que la disforia de género probablemente sea causada por una combinación de factores, incluyendo la exposición a hormonas antes de nacer. Pero publicaciones en las redes sociales difunden la falacia de que podría deberse a vacunas que contienen ADN de un feto abortado del sexo opuesto. No hay pruebas científicas que sustenten esa afirmación, dicen los expertos.
Historia completa
Una absurda falacia difundida en las redes sociales combina tres temas no relacionados que han causado oleadas de desinformación por separado en años recientes.
Estos temas son la identidad transgénero, la vacunación y el aborto.
Influentes conservadores antivacunas han difundido la falsedad de que las vacunas infantiles causan disforia de género en los jóvenes porque las vacunas contienen ADN de fetos abortados que tal vez eran del sexo opuesto al receptor de la vacuna. La disforia de género es la angustia que sienten algunos individuos transgénero porque el género que le asignaron al nacer no corresponde a su identidad de género.
“Creo que llegó el momento de investigar la influencia epigenética que el tejido fetal abortado tiene en el desarrollo de sistemas nerviosos en relación con la disforia de género”, señaló una publicación.
“¿De dónde proviene esta explosión de disforia de género? Hace 20 años era prácticamente inexistente”, preguntó otra publicación, antes de exclamar que “¡las vacunas con ADN del género opuesto…la gente necesita despertar!”.
Pero las vacunas no contienen ADN que afecte el desarrollo de la persona que la recibe y la disforia de género no es causada por las inyecciones.
“Es realmente una aseveración ridícula, ridícula”, dijo el Dr. Paul Offit, un experto en vacunas y pediatra en el Hospital de Niños de Filadelfia.
Las personas ingieren ADN ajeno todo el tiempo, dijo.
“Si usted come un bistec, usted no se convierte en vaca”, dijo Offit durante una entrevista telefónica. “Usted no comienza a comportarse como una vaca”.
El temor expresado en esa teoría, de que la vacunación altera la naturaleza de una persona, es el mismo temor que las personas han tenido desde que las vacunas estuvieron disponibles por primera vez en 1796.
Entonces, el caricaturista británico James Gillray satirizó la idea de que a las personas les preocupara que el virus de la viruela del ganado usado en la inoculación contra la viruela convirtiera a las personas en vacas (mostrado a la derecha).
“La lógica de aquello es la misma lógica de esto”, dijo Offit, al compararlo con la falacia de que las vacunas que usan células del sexo opuesto le causarían disforia de género a quien reciba la vacuna.
ADN de células fetales en las vacunas
Las células fetales se usan para cultivar virus y fabricar algunas vacunas, incluyendo algunas vacunas infantiles, tales como las creadas para prevenir hepatitis A, viruela y rubéola.
Pero no hay manera de que el ADN de esas células, que provienen de dos fetos abortados durante la década de 1960, afecten el ADN de la persona receptora, dijo Offit.
Primero que nada, los fragmentos del ADN residual presente en las vacunas se mide en picogramos, que son billonésimas de un gramo.
Son “cantidades infinitesimalmente pequeñas”, dijo Offit.
Así que no hay hebras completas de ADN en las vacunas, solamente fragmentos minúsculos. Aun si hubiese hebras completas, el ADN ajeno no podría acceder al núcleo de las células del receptor, donde reside el ADN de esa persona, explicó Offit.
También merece la pena subrayar que una vez que se cultiva el virus para usar en una vacuna, este se procesa y purifica antes de que vaya al público.
“La vacuna derivada es altamente purificada antes de administrarla a humanos”, nos escribió en un correo electrónico el Dr. Robert Kauffman, profesor y vicedecano de investigación en la Facultad de Medicina de Texas Tech University.
“Usted tiene más posibilidades de convertirse en el Hombre Araña”, respondió Offit al preguntarle sobre la posibilidad de que una vacuna cause disforia de género o que alguien se vuelva transgénero.
Factores que inciden en la disforia de género
La disforia de género puede empezar en la infancia para quienes son transgénero.
La causa no está completamente establecida, pero investigaciones recientes sugieren que puede deberse mayormente a la exposición a ciertas hormonas antes del nacimiento, así como a algunos factores genéticos y neurobiológicos.
“No hay evidencia científica de que agregar algo a alguien después del nacimiento pueda ‘causar’ que se vuelvan transgénero”, nos escribió en un correo electrónico Rachel Levin, profesora de biología y neurociencia en Pomona College. “En cambio, asumimos que la identidad de género se desarrolla en el útero”.
La mayoría de las investigaciones parten de la “hipótesis andrógina prenatal”, dijo Levin, refiriéndose a las hormonas llamadas andrógenos que afectan las características sexuales y la pubertad asociadas tradicionalmente con el desarrollo masculino. Esa teoría propone que las personas transgénero y cisgénero son el resultado de diferentes exposiciones a perfiles hormonales. El término cisgénero se refiere a aquellos cuya identidad de género corresponde al género que se les asignó al nacer.
“Para decirlo de manera muy simplificada”, dijo Levin, “una mujer trans puede ser el resultado de una exposición a andrógenos menor de la esperada durante el desarrollo del cerebro (lo cual ocurre después del desarrollo de los genitales externos), y una identidad de hombre trans puede ser el resultado de una exposición a andrógenos durante el desarrollo del cerebro”.
Pero la exposición a las hormonas tiene un impacto solamente si hay receptores en el flujo sanguíneo, dijo Levin.
“Si una célula tiene receptores de andrógenos (o estrógenos) que no pueden adherirse a sus respectivas hormonas por alguna razón, las hormonas no tendrán efecto”, dijo. “Por lo tanto, alguien podría desarrollarse como una mujer trans no por una irregularidad en la producción y exposición a hormonas, sino porque las hormonas receptoras en alguna parte de su cerebro no pudieron adherirse al receptor”.
Todo esto ocurre antes de nacer.
“Las niñas y mujeres cisgénero que toman testosterona no se convierten súbitamente en niños u hombres, y los niños y hombres que experimentan niveles anormalmente bajos [de testosterona] no se convierten en mujeres trans”, dijo Levin.
Igualmente, Francisco Sánchez, un profesor asociado en Arizona State University que investiga la base biopsicológica de la identidad de género y la orientación sexual, nos escribió en un correo electrónico que la idea de que un ADN ajeno pueda causar disforia de género es ridícula.
“Sugerir que de alguna manera recibir sangre o células madre de otro individuo va a alterar el complemento cromosómico de una persona o el ‘patrón’ de su ADN es bastante escandaloso”, dijo. “Si esto fuera una preocupación, entonces habría mayores esfuerzos para cotejar personas cuando necesitan recibir transfusiones de sangre distinta a su tipo sanguíneo. Lo mismo sería verdad para los trasplantes de órganos”.
Sánchez planteó un argumento parecido al de Offit, al señalar que las personas se exponen frecuentemente al ADN de otras personas a través de fluidos, ya sea accidentalmente, como al prestar primeros auxilios, o intencionalmente, como durante las relaciones sexuales.
“Todo esto me recuerda a los argumentos que solían esgrimirse para prohibir cualquier tipo de donación biológica de voluntarios humanos no blancos por miedo de ‘contaminación’”, dijo Sánchez.
Así que si bien las publicaciones en las redes sociales que promueven la falsedad sobre la disforia de género no ofrecen ninguna prueba para sustentarlas, la evidencia que la refuta es clara. Incluso si hubiese hebras enteras de ADN fetal en vacunas (que no las hay), no podrían afectar al receptor de la vacuna.
Traducido por Luis Alonso Lugo.
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