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Las personas con cáncer son especialmente vulnerables a sufrir enfermedades graves y a morir a causa del COVID-19. Las vacunas proporcionan la protección necesaria. No se ha demostrado que las vacunas contra el COVID-19 causen o aceleren el cáncer. Y un reciente estudio sobre un ratón que murió de linfoma tampoco “prueba” que las vacunas de Pfizer/BioNTech producen “turbo cáncer”, contrariamente a lo que se afirma en las redes sociales.
Historia completa
El COVID-19 le ha quitado la vida a más de 1,1 millones de personas en EE. UU. Las personas con cáncer que contraen COVID-19 tienen un mayor riesgo de enfermar gravemente y morir, especialmente las que padecen determinados cánceres de la sangre. Las vacunas ayudan a mitigar estos riesgos.
Las vacunas contra el COVID-19 pueden causar efectos secundarios menores y de corta duración, como fatiga y dolor en el lugar de la inyección, que han sido generalmente consistentes en personas con y sin cáncer. Hasta la fecha no hay pruebas de que las vacunas contra el COVID-19 provoquen cáncer o empeoren la situación de las personas que ya lo padecen.
Sin embargo, afirmaciones sin fundamento de que las vacunas contra el COVID-19 provocan cáncer han aparecido repetidamente en las redes sociales. “SORPRESA: Un nuevo estudio demuestra que el ARNm de Pfizer produce turbo cáncer”, dicen publicaciones recientes. Estas afirman que un solo ratón en este estudio “murió repentinamente”, una frase asociada a una serie de afirmaciones infundadas de que las vacunas contra el COVID-19 están matando a un gran número de personas.
Sander Eens, investigador de enfermedades cardiovasculares en la Universidad de Amberes y coautor del estudio en cuestión, criticó la forma en la que las publicaciones en redes sociales describieron su trabajo.
“Específicamente, el informe de nuestro caso ha sido malinterpretado como una prueba de que las vacunas de ARNm contra el COVID-19 de Pfizer/BioNTech podrían causar un fenómeno, no reconocido científicamente, llamado ‘turbo-cáncer’”, nos dijo en un correo electrónico.
“Turbo cáncer” es un término usado por personas que afirman que las vacunas contra el COVID-19 son peligrosas y pueden provocar un cáncer de crecimiento particularmente rápido, pero no existen pruebas de que este fenómeno sea real.
El estudio reciente, publicado el 1 de mayo en Frontiers in Oncology, describe la muerte por linfoma de uno de los 14 ratones a los que se administró una dosis alta de la vacuna de Pfizer/BioNTech por vía intravenosa, que no es como se administran las vacunas contra el COVID-19 a las personas. El estudio no demuestra que el cáncer de sangre del ratón estuviera relacionado con las vacunas.
“Nuestro informe de caso no pretende en modo alguno demostrar una relación causal entre el linfoma identificado y la vacuna de ARNm”, dijo Eens. Añadió que él y sus colegas han administrado las vacunas a 70 ratones y no han encontrado más casos de cáncer de ningún tipo.
El Dr. Jason D. Goldman, médico especialista en enfermedades infecciosas, investigador clínico y epidemiólogo en el Swedish Medical Center y la Universidad de Washington, subrayó la dificultad de determinar si un acontecimiento causa otro.
“En realidad no se puede deducir de un caso aislado si algo tiene una relación causal, es decir, ¿fue la vacuna lo que causó el cáncer? (…) El cáncer ocurre, y cuando se vacuna a miles de millones de personas, por supuesto que después de las vacunas van a ocurrir muchos eventos, porque eso es lo que sucede y habría sucedido de todos modos”, dijo Goldman. “Cuando empezamos a ver más patrones es cuando pensamos en causalidad”.
Hasta ahora, los investigadores no han observado un patrón más amplio. “Por último, nos gustaría subrayar que las vacunas contra el COVID-19 han demostrado una seguridad y eficacia excepcionales en la lucha contra la pandemia, y que las manifestaciones de eventos adversos graves tras la vacunación contra el COVID-19 son muy poco frecuentes”, nos dijo Eens. “Hasta la fecha, no existen pruebas científicas de una relación causal entre las vacunas de ARNm y el desarrollo de cánceres”.
Un estudio con ratones no “prueba” que las vacunas causan cáncer
Las vacunas contra el COVID-19 se inyectan en el músculo. Eens y sus colegas dieron a los ratones una dosis elevada de la vacuna de Pfizer/BioNTech o un placebo, administrados directamente a su torrente sanguíneo.
El estudio no pretendía evaluar el cáncer en ratones. Más bien, los investigadores intentaban inducir una miocarditis, explican en su estudio, con la intención de utilizar los ratones para estudiar este problema. La miocarditis, o inflamación del músculo cardiaco, es un efecto secundario grave poco frecuente de las vacunas de ARNm contra el COVID-19.
En general, los ratones no experimentaron efectos adversos, salvo el que murió de linfoma linfoblástico de células B dos días después de recibir la segunda dosis de la vacuna. Los linfomas son cánceres de las células inmunitarias que se originan en el sistema linfático. Hay muchos tipos diferentes de linfomas y sus posibles tratamientos y pronósticos en humanos son muy variados.
Sanjay Mishra, coordinador del registro del Consorcio de COVID-19 y Cáncer e investigador en la Universidad Brown, nos dijo en un correo electrónico que el tipo de ratones utilizados en el estudio “tienen predisposición a desarrollar sarcomas y linfomas, razón por la cual se utilizan con tanta frecuencia en estudios neoplásicos [relacionados con el cáncer]”. También dijo que otras limitaciones del estudio fueron la “concentración inusualmente alta” de la vacuna administrada a los ratones y la administración intravenosa.
Eens denominó su estudio como un “informe de caso” y explicó que estos estudios “sin duda no son utilizados para demostrar causalidad (por ejemplo, en este caso entre la vacunación contra el COVID-19 y el linfoma)”.
En su blog Respectful Insolence, el Dr. David Gorski, cirujano, oncólogo e investigador, afirma que es muy poco habitual escribir un informe de caso sobre un solo ratón, ya que estos informes se suelen hacer para describir casos clínicos en humanos.
Gorski también calculó que, en relación con su peso corporal, los ratones recibieron una dosis de vacuna cientos de veces superior a la que reciben los humanos adultos. Y afirmó que el ratón probablemente ya tenía cáncer antes de ser vacunado, señalando que ya había perdido una gran cantidad de peso antes de recibir la primera dosis, señal de tener una enfermedad preexistente.
No se ha establecido ninguna relación entre las vacunas contra el COVID-19 y el cáncer
Las vacunas contra el COVID-19 se probaron en ensayos clínicos amplios, los cuales ayudaron a establecer los efectos secundarios más comunes y no mostraron una relación entre las vacunas y el cáncer.
Los sistemas de vigilancia de seguridad buscan otros efectos secundarios una vez que las vacunas están ampliamente disponibles. Y aunque los ensayos iniciales de la vacuna contra el COVID-19 no incluyeron a muchas personas con cáncer, los investigadores han estudiado posteriormente la seguridad en este grupo de personas.
“Tanto si en los ensayos originales se estudiaron suficientes casos con linfoma como si no, desde que fueron lanzadas no hay pruebas de que las vacunas contra el COVID-19 causen cáncer, causen recaídas o lleven a desarrollar la enfermedad”, afirmó Mishra.
En respuesta a interrogantes sobre el estudio de Eens, Pfizer, los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC, por sus siglas en inglés) y la Administración de Alimentos y Medicamentos (FDA, por sus siglas en inglés) dijeron a Lead Stories que su supervisión no había descubierto una relación causal o una advertencia de seguridad relacionada con el cáncer y las vacunas contra el COVID-19.
Los científicos ya han planteado con anterioridad preocupaciones teóricas sobre la relación entre las vacunas y el linfoma, basándose en la asociación de algunos linfomas con inflamación y afecciones autoinmunes. Las vacunas “pueden sobreestimular el sistema inmunitario y desencadenar respuestas autoinmunitarias”, afirmó Mishra.
El Dr. Jeremy Warner, médico especializado en cáncer de la sangre e informática oncológica en la Universidad Brown, nos dijo que “los linfomas son una familia de cánceres muy poco común y no quiero pretender que lo sabemos todo sobre su etiología”. Dijo que los linfomas relacionados con la inflamación suelen ser indolentes, es decir, de crecimiento lento.
La mayoría de los estudios no han encontrado ninguna asociación entre las vacunas y el riesgo de linfoma o han observado una disminución del riesgo.
Un estudio realizado en 2022 entre 2.461 personas con linfoma y 2.253 personas sin linfoma comparó sus antecedentes en materia de vacunación contra la hepatitis A, la hepatitis B, la fiebre amarilla y la gripe. El estudio, publicado en Cancer Epidemiology, Biomarkers & Prevention, no halló un mayor riesgo de tener linfoma en las personas que habían sido vacunadas y descubrió que en algunos casos las vacunas estaban relacionadas con un riesgo menor de padecer linfoma.
“Las vacunas contra el COVID-19 no deberían ser diferentes de otras vacunas, a pesar de pertenecer a una clase distinta”, afirmó Mishra.
Los informes de casos humanos no muestran qué causó los linfomas
Eens y sus colegas citan informes de casos anteriores de diagnóstico, progresión, regresión o recurrencia de linfomas en humanos tras vacunarse. Estos informes de casos describen una variedad de tipos de linfoma.
Como hemos comentado, los informes de casos pueden ayudar a orientar hipótesis, pero no pretenden ser definitivos ni mostrar relaciones causales.
“Lo más probable es que cualquier observación en humanos confunda correlación con causalidad”, afirmó Warner. Y añadió que “la mayoría de la gente se está vacunando ahora, lo que significa que la mayoría de los nuevos diagnósticos de linfoma se producirán en relación temporal con la vacunación, tengan o no algo que ver con la vacunación”.
Algunos de los informes de casos describen linfomas que se desarrollaron en un lado del cuerpo, cerca del lugar de la vacunación, pero esto tampoco es necesariamente una prueba de que las vacunas causan linfoma. Un estudio publicado a principios de este año en Cancer Medicine ilustra este punto.
Un grupo de investigadores alemanes decidió investigar los linfomas y las vacunas contra el COVID-19 en dos centros médicos tras diagnosticar linfomas en las axilas de dos pacientes. Estos linfomas estaban en el mismo lado en el que se habían vacunado los pacientes, en ganglios linfáticos que podrían haber recibido drenaje de la región deltoidea, donde se administran generalmente las vacunas contra el COVID-19.
Pero tras analizar 313 casos de linfoma no Hodgkin, los investigadores descubrieron que los linfomas se manifestaban en un lado del cuerpo, en los ganglios linfáticos de drenaje deltoides, en tasas similares tanto antes como después de que las vacunas contra el COVID-19 estuvieran disponibles. En el caso de los pacientes diagnosticados con linfoma después de vacunarse, no se observó ninguna relación entre los lados en los que aparecieron los linfomas y el lugar en el que recibieron la dosis.
Las vacunas contra el COVID-19 benefician a los pacientes de cáncer
Los CDC y varias organizaciones especializadas en cáncer recomiendan que los pacientes con cáncer se vacunen contra el COVID-19. Algunas personas con cáncer, en particular las que padecen determinados cánceres de la sangre o reciben ciertos tratamientos, pueden tener una respuesta inmunitaria más débil a las vacunas. Aun así, la mayoría de los pacientes obtienen al menos algún beneficio de la vacunación.
“Los pacientes con neoplasias hematológicas corren más riesgo de enfermedad y mortalidad por COVID-19, por lo que, a pesar de la limitada respuesta inmunológica de las vacunas, se les recomienda encarecidamente que se vacunen y reciban las dosis de refuerzo”, señaló Mishra.
“Cuando administramos vacunas a pacientes con linfoma, no observamos ninguna turboalimentación del cáncer desde el punto de vista clínico, y sí observamos protección en ocasiones frente a la posibilidad de contraer COVID, pero más comúnmente frente a la posibilidad de contraer una forma grave de COVID que podría derivar en la necesidad de un respirador o en la muerte”, afirmó Goldman, que como médico especialista en enfermedades infecciosas en el Swedish Medical Center se especializa en el tratamiento de pacientes inmunodeprimidos.
Los CDC recomiendan que las personas con inmunodepresión moderada o grave reciban dosis adicionales de las vacunas. En este grupo se incluyen las personas que padecen cánceres de la sangre relacionados con una disminución de respuesta a las vacunas, así como las personas con cáncer que están recibiendo tratamiento en la actualidad.
Traducido por Elena de la Cruz
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