Compendio SciCheck
La vacunación contra el COVID-19 durante el embarazo beneficia tanto a la madre como al bebé. Los efectos secundarios suelen ser leves y los estudios no muestran efectos negativos en el bebé. Un criticado estudio en el que se administraron vacunas contra el COVID-19 a ratas embarazadas, no demuestra que las vacunas causen autismo ni que las personas no deban vacunarse contra el COVID-19, al contrario de lo que se afirma.
Historia completa
La vacunación contra el COVID-19 protege a las personas embarazadas contra el COVID-19 grave y reduce los riesgos del COVID-19 en los bebés. Al igual que en el caso de las personas que no están embarazadas, los efectos secundarios en personas embarazadas suelen ser leves y se alivian en unos días. Los estudios no muestran una relación entre la vacunación contra el COVID-19 y embarazos con resultados negativos o problemas de salud en los bebés.
Afirmaciones recurrentes de que las vacunas infantiles causan autismo han sido desmentidas rotundamente. Estudios a largo plazo confirman que la vacunación contra la gripe y otras enfermedades durante el embarazo no aumenta el riesgo de un niño de padecer autismo, que es un trastorno del desarrollo. Y un estudio reciente no encontró ninguna relación entre la vacunación materna contra el COVID-19 y un mayor riesgo de retrasos en el desarrollo a los 18 meses de edad.
Sin embargo, publicaciones en las redes sociales han tergiversado los hallazgos de un estudio reciente sobre ratas embarazadas vacunadas contra el COVID-19 y sus crías para respaldar afirmaciones infundadas de que las personas no deberían vacunarse contra el COVID-19, o para promover afirmaciones sin fundamento sobre las vacunas y el autismo.
“¡Siempre estaré agradecido de haber arriesgado la reputación de mi vida personal para advertir a la gente de todo el mundo de que NO se pongan esta vacuna experimental!”, dice una publicación que comparte un artículo del Epoch Times sobre el nuevo estudio.
La comentarista Candace Owens, que tiene un historial de difusión de información errónea, compartió una publicación sobre el estudio en X, la plataforma antes conocida como Twitter, diciendo que apoyaba afirmaciones desacreditadas desde hace mucho tiempo sobre las vacunas y el autismo. “Esto se debe a que las vacunas y el autismo siempre han estado relacionados, algo que las madres afectadas llevan décadas intentando decir al público general”, afirmó. Publicaciones sobre el estudio continúan siendo compartidas.
Investigadores que estudian el desarrollo del cerebro nos expresaron su preocupación sobre la forma en la se diseñó e interpretó el estudio con ratas.
Los autores del estudio, publicado el 10 de enero en Neurochemical Research, realizaron pruebas de comportamiento y de otro tipo en ratas nacidas de 15 hembras, fecundadas por cinco machos. Las ratas gestantes recibieron una dosis para adultos humanos de la vacuna de Pfizer/BioNTech contra el COVID-19 o una inyección de suero.
Los investigadores escribieron que observaron “comportamientos similares al autismo”, como una disminución de las interacciones con ratas desconocidas y una disminución de las neuronas en distintas regiones del cerebro en las ratas macho nacidas de madres vacunadas. También dijeron que encontraron alteraciones en los niveles de una proteína, en particular en los cerebros de ratas de ambos sexos, nacidas de madres vacunadas.
Incluso si uno tomara los resultados al pie de la letra, no es posible concluir a partir de un estudio con ratas que las vacunas causan autismo porque la biología y el comportamiento de las ratas y los humanos son diferentes. Los investigadores estudian las ratas para comprender mejor el autismo, pero estos estudios están pensados para generar hipótesis, no para hacer cambios en la atención médica.
Los expertos también nos dijeron que había varios factores que dificultan la interpretación del estudio, como la elevada dosis de la vacuna administrada a las ratas gestantes a pesar de su pequeño tamaño, la falta de replicación del experimento y problemas con los análisis estadísticos.
“Hay que ser cautos a la hora de extrapolar estos resultados a los humanos”, escriben los propios autores en el estudio. Su autor, Mumin Alper Erdogan, catedrático del departamento de fisiología en la Universidad Katip Celebi de Izmir (Turquía), no respondió a nuestra solicitud de comentarios. Sin embargo, sí contestó a las preguntas de Health Feedback, respondiendo a algunas críticas y aclarando que no había “ninguna intención, deseo o esfuerzo por nuestra parte para oponernos a las vacunaciones o hacer acusaciones similares”.
“Las vacunas no causan autismo”, nos dijo un portavoz de los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades en un correo electrónico. “Hasta la fecha, ningún dato de seguimiento de la seguridad de las vacunas en Estados Unidos indica una asociación causal entre el autismo y la vacunación contra el COVID-19”.
El estudio con ratas entrega información limitada
Varios científicos nos expresaron su preocupación por la elevada dosis de la vacuna contra el COVID-19 administrada a las ratas embarazadas.
Staci Bilbo, una neuroinmunóloga en la Universidad de Duke que estudia cómo influye el sistema inmunitario en el desarrollo del cerebro, nos dijo que las dosis de las vacunas se ajustan “con sumo cuidado” durante su preparación. Los investigadores determinan cuál es la dosis más pequeña para generar la respuesta inmunitaria necesaria.
Según los cálculos de Bilbo, administrar a las ratas, que en promedio pesaban menos de 8 onzas, una dosis completa de la vacuna contra el COVID-19 para humanos adultos, equivalía a administrar a una mujer estadounidense de peso promedio alrededor de 350 veces la dosis recomendada de la vacuna de Pfizer/BioNTech.
“Si se administra una dosis suficientemente alta de cualquier cosa, posiblemente tendrá impactos”, dijo.
Respondiendo a preguntas sobre la dosis, Erdogan dijo a Health Feedback que “no hay un estándar establecido para las dosis de las vacunas de ARNm en ratas debido a la falta de estudios sobre dosis específicas” y que se han utilizado dosis relativamente altas para estudios de otros animales de tamaños variados.
Jeffrey S. Morris, director de la división de bioestadística de la Escuela Perelman de Medicina de la Universidad de Pensilvania, también dijo a FactCheck.org que la alta dosis administrada a las ratas era una limitación del estudio. “Esto no hace que los resultados sean irrelevantes, dado que una dosis muy alta puede potencialmente detectar un problema potencial que podría manifestarse en algunos humanos. Pero si yo estuviese revisando este artículo, le pediría a los autores enfatizar el múltiplo de cuánto mayor fue la dosis efectiva en el estudio animal comparada con la dosis humana actual, e incluir el calificativo que esta es una de las razones por la cual no es claro que estos resultados sean relevantes para lo que experimentan los humanos que reciben las dosis actuales”.
Christopher Coe, un psiconeuroinmunólogo y profesor emérito en la Universidad de Wisconsin-Madison, nos dijo en un correo electrónico que si este fuera su estudio, a él también le habría gustado darle a las ratas una dosis baja de la vacuna para ver si los resultados variaban según la dosis. Coe ha realizado estudios sobre los efectos de la infección y la inflamación materna en el feto durante el embarazo.
Coe dijo que era importante tomar los informes de reacciones adversas graves de drogas o vacunas seriamente, pero también enumeró varias preocupaciones sobre el artículo.
Por ejemplo, dijo que los investigadores no proporcionaron información sobre las ratas y sus embarazos, que podrían haber arrojado luz sobre cómo les afectaron las inyecciones y si esto era posiblemente relevante o no en humanos. La información faltante incluía, por ejemplo, si las ratas tuvieron una reacción inflamatoria a las inyecciones, la vía hipotética de cómo la vacunación durante el embarazo podría afectar el desarrollo neuronal.
Teresa Reyes, profesora de farmacología y sistemas fisiológicos de la Facultad de Medicina de la Universidad de Cincinnati, nos dijo en un correo electrónico que faltaba información sobre la duración de los embarazos de las ratas. “Si la duración del embarazo fue significativamente diferente, podría indicar que las camadas nacieron prematuramente, lo que confunde la interpretación de los hallazgos”, dijo.
En humanos, no se ha demostrado que la vacunación contra el COVID-19 aumente el parto prematuro y podría incluso proteger contra él.
También dijo que faltaba información sobre el peso de las ratas embarazadas en el tiempo y el de sus crías. “Diferencias significativas en el peso (por ejemplo, las madres expuestas a las vacunas perdieron peso durante el estudio) podría indicar que las madres se enfermaron gravemente en respuesta a la vacuna, lo que nuevamente podría confundir la interpretación del estudio”, dijo
Coe dijo que le hubiera gustado “replicar los hallazgos en vez de apresurarse a publicarlos sobre la base de un experimento”, sugiriendo que tanto los autores del artículo como los investigadores externos debieran tratar de replicar los resultados.
Y manifestó preocupación por las afirmaciones del estudio de que los comportamientos alterados de las ratas eran “parecidos al autismo”, dado que el trastorno del espectro autista es un “trastorno complejo del desarrollo neurológico”.
Brian Lee, profesor asociado de epidemiología y bioestadística en la Escuela Dornsife de Salud Pública de la Universidad de Drexel, nos dijo en un correo electrónico que es difícil diagnosticar autismo en humanos, y mucho más en ratas. “Es difícil interpretar algunas de las pruebas de comportamiento realizadas en ratas e imaginar que se traducen al 100% en un diagnóstico de autismo en humanos”, dijo.
También pareciera que hay problemas con el diseño experimental y el análisis estadístico del estudio.
Por ejemplo, estudios de exposición prenatal deben considerar algo llamado “efecto de la camada”, o el hecho de que múltiples crías nacidas en la misma camada de la misma madre animal podrían compartir características.
“Los autores no describieron ningún enfoque para abordar la posibilidad de un factor de confusión en la camada que podría sesgar los hallazgos (por ejemplo, una madre tiene una respuesta significativamente diferente, se utilizan múltiples crías de esa camada, y esto sesga los resultados)”, dijo Reyes.
Adicionalmente, los autores escribieron que se propusieron determinar si la vacuna materna llevó a “cualquier cambio neuroconductual específico al sexo”, o a las formas en que el sexo y la vacunación, en combinación, afectaban el comportamiento de las ratas.
Los autores no encontraron evidencia de estos efectos específicos al sexo en el comportamiento social, pero, sin embargo, compararon los resultados del comportamiento social de las crías macho de madres vacunadas versus de madres no vacunadas y destacaron los resultados, algo que Reyes dijo que no deberían haber hecho. “Al utilizar incorrectamente las estadísticas para analizar los datos, las conclusiones no son válidas”, dijo. “Es imposible verificar las afirmaciones hechas porque las estadísticas se utilizaron incorrectamente”.
La evidencia indica que la vacunación materna es efectiva y segura
La probabilidad de que una persona sea autista está influenciada por una combinación de genética y otros factores. Estos posiblemente incluyen padres de mayor edad y si hay complicaciones en el parto del bebé, incluyendo un nacimiento extremadamente prematuro o un peso muy bajo al nacer. Como hemos escrito anteriormente, muchas líneas de evidencia contradicen la idea, largamente difundida por grupos antivacunas, de que las vacunas infantiles causan autismo.
Algunas preocupaciones teóricas sobre las vacunas administradas durante el embarazo y el autismo están basadas en investigaciones que indican que las infecciones durante el embarazo podrían aumentar ligeramente el riesgo de que un niño desarrolle autismo. “Sabemos que la activación del sistema inmune puede impactar la forma en que el cerebro se desarrolla, y, a veces, esto es de forma adversa, pero al mismo tiempo sabemos que el sistema inmunitario es importante en el desarrollo normal del cerebro”, dijo Bilbo.
Pero Bilbo dijo que el sistema inmunitario del cuerpo reacciona de manera diferente a una infección grave que a una vacuna. Una vacuna contra un virus está diseñada para exponer al cuerpo a la cantidad justa de material viral para enseñar al sistema inmunitario a reconocer el agente infeccioso, en caso de que lo encuentre más adelante. “La dosis importa, obviamente”, dijo Bilbo. “Importa bastante”.
Estudios en humanos brindan tranquilidad sobre los beneficios y la seguridad de las vacunas recomendadas.
La vacuna Tdap, que protege contra el tétanos, la difteria y la tosferina, se recomienda durante el embarazo para proteger a los recién nacidos hasta que ellos mismos puedan ser vacunados contra la tos ferina, a los dos meses de edad. Los CDC comenzaron a recomendar la vacuna rutinariamente en todos los embarazos a partir de 2012, basados en el aumento en la tos ferina, que puede llevar a la muerte en bebés muy pequeños.
Un estudio de 2018 de niños nacidos en hospitales de Kaiser Permanente en el sur de California entre 2011 y 2014, encontró que no hubo un aumento en el riesgo de autismo en aquellos cuyas madres habían sido vacunadas contra Tdap durante el embarazo.
Las vacunas contra la gripe se recomiendan desde hace mucho tiempo para las personas embarazadas durante la temporada de la gripe y reducen los riesgos tanto para la madre como para el bebé. En 2020, un estudio sueco que analizó la vacunación contra la gripe porcina pandémica de 2009 no encontró ninguna relación entre la vacunación durante el embarazo y un aumento del riesgo de autismo.
Un estudio de 2017, que analizó los bebés nacidos en el sistema de salud de Kaiser Permanente en el norte de California entre 2000 y 2010, no encontró ninguna asociación general entre autismo y la vacunación contra la gripe en el embarazo. Los investigadores encontraron una “sugerencia” de aumento en el riesgo cuando las madres fueron vacunadas durante el primer trimestre de su embarazo, pero dijeron que los análisis estadísticos indicaban que “el hallazgo podría deberse al azar”.
En el caso de las vacunas contra el COVID-19, las investigaciones no han indicado ningún impacto negativo en los resultados de embarazos o en los bebés de madres vacunadas. De hecho, hay algunas pruebas de que la vacunación de la madre protege contra ciertos desenlaces negativos del embarazo, tales como partos prematuros y la muerte fetal.
Un estudio publicado el 22 de enero en JAMA Pediatrics siguió a alrededor de 4.200 niños nacidos de madres que se inscribieron en el estudio entre mayo de 2020 y agosto de 2021. A los 18 meses, los resultados de una prueba de detección del desarrollo no se diferenciaron entre los niños cuyas madres recibieron las vacunas contra el COVID-19 durante el embarazo y los que nacieron de madres que no recibieron las vacunas.
Los autores escribieron que “estos datos sugieren que la vacunación materna contra el COVID-19 en el embarazo fue segura desde una perspectiva del desarrollo neurológico del bebé hasta los 18 meses de edad”.
“Es pequeño y es solo un estudio, y por supuesto, se necesitan más estudios, pero los hallazgos son tranquilizadores”, dijo Lee, de Drexel, que no participó en el nuevo estudio.
Coe enfatizó los beneficios de la vacunación contra el COVID-19 durante el embarazo. “Ahora existen muchos estudios clínicos que han demostrado los beneficios para resultados del embarazo más seguros (en comparación con el riesgo de una infección real), así como el riesgo reducido para los bebés de contraer una infección respiratoria durante los primeros seis meses de vida”.
“No hay ningún enlace entre las vacunas contra el COVID-19 y la aparición del trastorno del espectro autista (TEA)”, nos dijo un portavoz de Pfizer en un correo electrónico. “Con cientos de millones de dosis de vacunas contra el COVID-19 de BioNTech y Pfizer administradas en todo el mundo, el perfil de riesgo beneficio de nuestras vacunas permanece positivo para todas las indicaciones, usos y grupos de edad autorizados”.
Traducido por Elena de la Cruz y Catalina Jaramillo.
Nota del editor: Los artículos de SciCheck que brindan información certera y que corrigen información errónea sobre temas de salud se publican gracias a una beca de la Robert Wood Johnson Foundation. La fundación no tiene control alguno sobre las decisiones editoriales de FactCheck.org, y los puntos de vista expresados en nuestros artículos no reflejan necesariamente el punto de vista de la fundación.