La inaudita rapidez en el desarrollo de las vacunas contra el COVID-19 se debió a múltiples factores.
El diseño de candidatas para una vacuna ARNm (la tecnología usada en las vacunas de Pfizer/BioNtech y Moderna) puede ser creado rápidamente una vez que los científicos conocen la secuencia genética del virus y saben en cuál proteína enfocarse. Los investigadores ya sabían por experiencia previa con SARS y MERS (otras enfermedades causadas por otros coronavirus) que la proteína de la espícula utilizada por el virus para entrar en las células era probablemente la indicada.
Similarmente, Johnson & Johnson ha estado investigando las vacunas que emplean adenovirus, la tecnología que utiliza en su vacuna contra el COVID-19, por años, en el desarrollo de sus vacunas contra el VIH y zika, y otra contra el ébola que obtuvo aprobación en Europa.
El estudio de las vacunas también se facilitó tras consolidar algunas de las fases tempranas de los ensayos. Típicamente, las empresas no quieren proceder con ensayos más costosos hasta no tener indicios de que las vacunas funcionen, pero el gobierno absorbió ese riesgo financiero en muchos casos. Los ensayos controlados aleatorios de fase 3 también sucedieron relativamente rápido debido a la alta propagación del virus, lo que significó que la acumulación de casos de COVID-19 entre los participantes no tardó en suceder. Finalmente, la capacidad de producción también se aceleró, comenzando la manufactura incluso antes de saber si las vacunas serían exitosas.